Skip links
 
 

La fama que no envidio de Lady Di…

La palabra Fama se deriva del latín Fari que significa “hablar”. La diosa romana Fama (Feme en la mitología griega) era la diosa encargada de propagar rumores, verdaderos o falsos, provocando con ello, malentendidos y confrontaciones.

Esta semana se lanzó la última temporada de la exitosa serie The Crown. Ha sido un viaje interesante el poder visitar el palacio de Buckingham desde la comodidad del sillón y también, un panorama de sus personajes que hace siglos ocupan una corona monárquica. La serie nos regala el simple hecho de cuestionar la veracidad de escenas para promover lo que sería una investigación profunda. Y es que en filmes como estos siempre debe de aparecer la óptica diferenciada y la duda de los hechos posiblemente velados para tratar de dar al espectador un sutil panorama.

La corona británica ha sido la que por muchos años colonizó territorios que hoy sufren. Dichos territorios fueron puestos en aparador al mejor postor para poder utilizar lo que se denominan recursos naturales. Diamantes, petróleo, oro y un sinfín de regalos naturales fueron y son contenedores de hierro saliendo por las angostas carreteras sin pavimentar de poblados que hoy viven bajo pobreza o guerras.

Ese es un punto importante al considerar que, por otro lado, existe una masa de gente que adora los adornos de reinados, con tapetes de terciopelo y coronas con diamantes gigantescos aunque no se puedan costear una vida diaria de bienestar. El impuesto monárquico que se paga mensualmente por los habitantes en Inglaterra bien pudiera contribuir a que llegasen a fin de mes cientos de personas con mayor tranquilidad.

La semana pasada el nuevo Rey habló ante el Parlamento para mostrarse empático por una sociedad que desde el Brexit no ha salido a flote. La economía no es centro controlado y las palabras fueron tan conmovedoras que muchos atendieron esa mirada esquiva de Carlos. El, hablando de la sencillez y preocupación mostraba una capa de armiño, anillos cubiertos de oro y piedras preciosas y una corona que balanceaba su estabilidad por tan grande piedra sudafricana. Los ingleses escuchaban y apuesto que grupos grandes creyeron que esta era la forma ideal de que un Rey hable de una época precaria. Ataviado, pausado, enjoyado y reluciente.

Esta semana el estreno de los capítulos de la serie muestra a una Diana que se divorció del alto mando monárquico por el terrible episodio de su marido que no la amaba. Nunca lo hizo. El no quería a la mujer más rubia y más alta. El amaba a Camila. Pero Camila no cumplía el protocolo de la casa Real y la madre se empeñó en que así fuera el destino de dos almas que no se encontraban. Al mundo la belleza exhaustiva, a los dentros el sufrimiento más oscuro.

Después, el ojo de huracán de la que fuera la que realizó un desdén y sería la portada perfecta, la foto perfecta, la vida emancipada perfecta. Ella buscaba su fama, la fama superó su deseo. Digamos que la fama ya venía en el empaque de fabricación de personajes de cuento de hadas.

Fama de sobra, fama de segundo, fama que impide poder degustar un simple helado de vainilla en una banca de una ciudad francesa.

Sobre este tema Woody Allen en su filme “A Roma con Amor” nos regala la oportunidad de conocer la fama de cerca. Un personaje normal como todos y que de un minuto a otro comienza a gozar de esa fama tan estorbosa. El personaje Leopoldo camina por las calles de la ciudad y se llena de reporteros que quieren saber qué comió y cómo prepara su café diario. Poco a poco, este personaje comienza a gustar de tener la atención de los focos. Comenzaba a amar sus invitaciones a eventos, a colaborar con famosos, a tener que cerrar la puerta de su casa por un acoso especial. Comenzó a amar la Fama.

Pero algo le sucede a nuestro personaje…repentinamente la fama se aleja de él para encontrar  otra novedad. El tendrá esa abstinencia de atención donde la locura se asoma y la tristeza lo aprende.

Fama. Unos la buscan, otros la repelen.

Yo no sé qué pasaría por la cabeza de Diana. Nunca hablé con ella y nunca departí en la casa real. Lo que sé es que cada portada de revista en esa época era normal verla en su faceta de diario.

Diana va al gimnasio, Diana nada en una alberca, Diana compró medicinas, Diana fue por la verdura, Diana saludó a su hermano, Diana, Diana, Diana.

Y la mirada de Diana cada vez más triste, cada vez más ausente.

La fama.

Hoy recordamos por la serie esos últimos días de la princesa. Una fotografía que nunca se olvidará de ella sentada sola en una plataforma de yate con bañador azul volteando hacia atrás. Sola. Probablemente miraba a Dodi que la esperaba con un Martini, o eso quiero pensar.

La fama buscada y la advertencia de escándalo son la combinación perfecta para un acoso constante. Las garras que parecen ligeras pronto se hacen burdas.

Hoy clamo por la privacidad que Diana no tuvo. El cuidado del misterio, del silencio casi seductor de interés.

Hoy recuerdo que la alegría diaria no requiere de testimonio de cámara al menos que sea tan ficticia que necesite un reflector.

Siempre hay alguien que te espera…

Deja un Comentario...

  1. Hola Maye! Gracias por compartir y te felicito por tus comentarios y lo bien escritos que están tus artículos, un abrazo