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Jalisco y sus héroes sin mano…

La semana pasada visité la ciudad de Guadalajara. Tenía los meses pandémicos de no pisar esa tierra recia y verde que glorifica lo mexicano muy mexicano y lo fuerte del tequila más cristal que el florero más fino heredado.

Guadalajara posee un clima envidiable, una comida exquisita y la artesanía más fina que pueda tener el honor de embellecer rincones selectos de casas. Pero lo más espectacular que tiene es ese Centro Histórico tan cotidiano, colorido, estridente, de comida callejera, de música de órgano, de calandrias y caballos rodeando la Catedral y sus canteras. Enmarcando este sitio se encuentra el Hospicio Cabañas. Tenía años de no regresar a esta entidad artística, tan roja, tan fuerte. Hoy en la nueva experiencia confieso que mi cuello quedó más dolorido que antes, más por la razón de querer alargar la estadía ante El Hombre de Fuego de José Clemente Orozco.

Es imponente, es elegante y a su vez, grita por medio de sus personajes y en momentos se siente el calor del fuego que por pinceladas realistas y expresionistas nos regalan la estampa más roja, más sorpresiva. Lo que mucho no se sabe es que Orozco pintaba con una sola mano.

De pequeño y por accidente, Orozco perdió su mano izquierda y acostumbró a su vida a una sola extensión de extremidad. La dificultad la volvió lucha, y la lucha, belleza. El, con su mano derecha dio vida a la cúpula pintada más grande de Latinoamérica. Así la dificultad, así los ojos que necesitan entender esta causa adicional a la dificultad de pintar contorsionado en andamio, con pinceles llenos de tóxicas pinturas y con tiempo cronometrado por el secado de los muros. Así se lee una realidad, tomando sus aristas, reflexionando sus complejos. Ahí se vuelve más bello.

El hombre de fuego es una extensión de su famoso Prometeo que vive en Estados Unidos. Prometeo, según la leyenda,  roba sus poderes a los dioses para dárselos a los humanos. Así los humanos podrían tener capacidades de resolución que sólo los dioses tenían. Zeus enfurecido con este acto, lo mata en acto arrebatado.

Prometeo significa darle a los humanos poder, dar a los humanos el centro y responsabilidad. Prometeo sería la alegoría de un Renacimiento.

El hombre de fuego es eso…el rompe el esquema, se fortalece del elemento que quema y logra despegar de algo estático.

Orozco no tenía mano…no la tuvo.

Después de mi visita al hombre mencionado caminé por las calles rojas y verdes entre voces, cantos, gritos. Yo reflexionaba sobre la mano todavía, sobre la dificultad, y de repente como metáfora de poemario ahí estaba sentado en la calle un hombre moreno con una niña de ojos negros. Hacía figuras con las hojas de palma verde a cambio de monedas. Con la sonrisa más blanca, la mirada más aguda y un nombre compuesto: José Carlos. No pude evitar parar ante tan escena.

El hombre no tenía mano. José Carlos no tenía mano.

Jaque mate a mi reflexión silenciosa, como si tuviera un diálogo divino y me enviara mi interlocutor algo opuesto. Otro sin mano, otro de piel oscura. Uno pintaba, otro tejía.

José Carlos y yo comenzamos a dialogar. Había tenido un accidente cuando se proponía viajar a otros lugares para trabajar y mantener a su familia. Pero del tren cayó y su mano perdió. Del dolor ya no se acordaba pero si sabía que su vida tendría que adecuarla para que sólo pudiera usar la derecha. Igual que Orozco.

Y tejía. Y teje. Eso es lo que sabe hacer y lo disfruta.

Hace de la hoja de palma un espectáculo. Y a cambio de monedas te regala su risa, su alegría, sus formas.

Me hizo una rosa, y para mí esa flor es la más bella que he recibido.

Significa fuego de Orozco, esfuerzo de José Carlos. Dos sin mano, dos que embellecen a su manera.

Es curioso reflexionar sobre los personajes similares y a su vez, diferentes. Es atinado reflexionar sobre las bondades de unos y los desatinos de otros. Y no será importante el discurso de que si uno no tiene una mano, tú con dos podrías hacer más. A lo largo de mis años y mis caminados de vida puedo afirmar que cada persona hace y vive según su realidad, pasión, esmero. Cuando la comparación se advierte, un desencanto se atraviesa.

Pero las dos manos faltantes me recordaron que cada uno en su nicho de labor, gozaba lo que hacía. Orozco fue tan bueno que de Hombre Ilustre se jacta hoy.

José Carlos no sabe si será enterrado en este tipo de lugares, pero su vida la sonríe con la esperanza de una hoja de palma. Ninguno se menciona en libro de autoayuda, ninguno porque en ese género no cabe el gozo de realidades que no se pueden cambiar.

Ellos están aquí. Estuvieron y estarán cada cual con sus personas, cada cual con sus seguidores, cada cual haciendo que nosotros guardemos una flor de palma y una foto de cúpula roja para el Instagram.

Guadalajara es recia y verde. Guadalajara está hoy en un florero improvisado en mi librero con la rosa más espectacular que alguien algún día me obsequió.

Siempre hay alguien que te espera…

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