En Estocolmo nació un síndrome…
Mucho se habla de un síndrome que refiere a una ciudad casi perfecta y ordenada. Los síndromes no requieren de la imperfección para crearse y por primera vez, en la ciudad donde la nieve cae a montones en invierno, tuvieron un estreno de una psique diferenciada. A este episodio que relataré le adorna la fecha de 29 de Agosto de 1979 en Estocolmo, Suecia.
Jan- Erick “Jane” Olsson intentó asaltar el Banco de Crédito. Tomó a cuatro rehenes con los cuales manifestó momentos de agresión pasiva y otros un poco más altos de tono. El asaltante pedía a la policía que liberaran a un amigo llamado “Clark” que estaba en prisión. Los rehenes pudieron salvarse después de la intervención policíaca pero el asombro fue sus declaraciones:
- No me asusta Clark y su amigo, me asusta la policía.
- Podría viajar con “Janne” por todo el mundo.
- El sistema gubernamental del país está mal y eso hace que asalten bancos.
Los que dieron seguimiento a este episodio comenzaron a investigar las razones por las cuales rehenes bajo cautiverio producían, en algunos casos, una estrecha correlación con los abusadores. A partir de esa fecha, se comenzó a estudiar de cerca lo que hoy se conoce como Síndrome de Estocolmo.
El FBI en la actualidad determina que el 8% de los casos de víctimas de abuso refieren al Síndrome de Estocolmo. Encuentran que, durante la estadía bajo el control del abusador se comenzaron a desatar sentimientos positivos emocionales y también, a falta de control de la situación y como medio de autoprotección, la víctima busca un sentido a lo que le ocurre y prefiere pensar que su cautiverio vale la pena. Todo un cambio de mentalidad brutal que danza al mismo tiempo que los pensamientos.
Los casos más comunes de este síndrome ocurren en casos de violencia intrafamiliar, sectas, prisioneros de guerra, parejas en abuso y campos de concentración. Se maneja ese juego patético de enunciados que dictan que la “causa” y su consecuencia será lo mejor que puede ocurrirle al mundo. Se plantea también casos en donde las filias a religiones encuentran el encuadre perfecto porque según el captor eso es “orden de Dios”.
Así hoy en esta modernidad el seguimiento que tiene el síndrome se actualiza con datos para clasificarlo en nivel educativo, donde los instructores o maestros llevan a un alumnado, preferentemente joven, a relacionarse con ideas que antes no conocían. Se le llama adoctrinamiento.
Hace muchos años, cuando yo era pequeña existió un caso tan absurdo e interesante que todavía en la actualidad es referente.
Patty Hearst, la multimillonaria heredera que se convirtió en guerrillera. Nacida en Nueva York en la familia del magnate William Radolph Hearst, dueño de medios de comunicación y prensa amarilla en el mundo. Ella comenzó a estudiar en la Universidad de Berkeley en California y se rodeó de lujos y perros en un departamento donde vivía con su prometido. Su vida era normal, o al menos normal para una heredera de ese nivel.
El 4 de febrero de 1974 fue secuestrada en su morada por un grupo que se hacía llamar El Ejército Simbiótico de Liberación” y cuyo objetivo era derrocar según su filosofía la dictadura corporativa de Nixon. Así que la víctima era perfecta para sus asuntos.
Se comenzó a tener una comunicación constante para poder negociar la liberación y fue un interés internacional y todos los medios hablaban del caso. Los raptores pudieron negociar que la familia alimentara por varias semanas a gente en situación de pobreza en California y después, al ver que no podían subir sus peticiones, rompieron comunicación.
A los cuantos meses la heredera pudo hacer un llamado público en el cual se autonombraba Tania, en honor a la pareja de Che Guevara y decía en un español deforme: patria o muerte.
Ella en esa llamada se declaraba miembro de la causa que la había capturado. Se cambió de color su cabello de rubio a castaño oscuro. Unos asaltos más tarde y con la inexperiencia de la millonaria en esconder su rostro, la FBI pudo capturar a la célula y a ella, darle un juicio que se le nombró: Del Siglo.
La defensa argumentó que ella tenía un lavado de cerebro constante pero no pudo ganarse el lugar o al menos la opción de libertad bajo fianza.
Patty Hearst entraba en la cárcel del condado de California para pagar su pena pero al cumplir dos años el Presidente Jimmy Carter le ofreció libertad condicional y en 2001, Bill Clinton el perdón absoluto.
Al salir de la Cárcel, Patty contrajo matrimonio con su guardaespaldas y tuvo sus hijos y dedicó su vida a la filantropía y cuidado de animales.
¿Qué sucedió aquí?
Todos lo preguntamos cuando se conoce a alguien que disculpa a una pareja que la empuja pero que dice “yo lo hice enojar”, o a un alumno que cambia su discurso por el hecho de que “si no pongo X el maestro me reprueba” o el niño que dice alguna mentira pequeña por evitar la palmada del padre. Tal vez porque no tocaba comer el chocolate en ese momento o ese día.
El síndrome de Estocolmo se sigue estudiando sobretodo en medios de comunicación. Los mensajes que se incrustan en las mentes y que por más que se demuestre lo contrario, se apoderan de las mentes. La amenaza de un futuro catastrófico, las consecuencias de un gobierno mal elegido, las ideas radicales y que muestran mensajes que por más pruebas que existan, perduran. Las mentes tendrán que lidiar con ese temor o miedo por el resto de sus días produciendo enfermedades, entornos negros, pérdida de amistades, ofensas absurdas y comportamientos extraños.
Hoy en este escrito me permito comentar que la exposición tan grande que tenemos en redes pueden permitir que Estocolmo venga a nuestras vidas. Y no es en señal de tomar unas placenteras vacaciones en un lugar que es bello de naturaleza, sino por el hecho de “creer” todo lo que nos ponen en una pantalla.
Los que sabemos de esto tratamos de contrastar fuentes, opiniones, argumentos, debates que nos lleven a una opinión fundada. Los que no, cortan con la posibilidad infinita de conocer otros puntos de vista y se adueñan de una ansiedad terrible.
Hoy, en estas épocas de tanto avance y robots que hablan necesitamos dar un respiro de pausa de alberca para poder poner en un librero y en orden todas las opiniones, palabras, fuentes. Los captores ya no son terribles guerrilleros, son dueños de medios, líderes de sociedades convenientes, mentes rojas que sangran a los puros de ideas.
Estocolmo nos dio la pauta. La heredera nos dio el ejemplo. Y la guerrilla terrible desapareció en Estados Unidos y hoy recordamos que los asaltos de bancos muchas veces se convierten en escenarios que descubren una nueva forma de comportamiento. O al menos así lo fue.
Hoy se necesita silencio y análisis.
Siempre hay alguien que te espera…