
De votante a votada: un caminar de setenta años…
El 21 de Agosto de 1994 fueron las primeras elecciones en las que participé para hacer valer mi derecho de voto. Ganaba Ernesto Zedillo acompañado de 95 Senadores y 300 Diputados de su mismo Partido (PRI). Fueron unas elecciones fuera de lo común que venían de un magnicidio cometido en Tijuana a Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas con la canción de La culebra de fondo.
No recuerdo bien qué ropa usé para votar, pero recuerdo que hice una fila corta para poder tomar la dichosa boleta y poner una cruz donde yo decidiera plasmarla. No fue por el partido ganador, pero yo hice mi esfuerzo requerido. Estrené el documento llamado IFE en ese entonces que me fue proporcionado en una sede aleatoria cerca de mi casa. Por primera vez, ese documento tenía fotografía y recuerdo que yo tenía el cabello corto y una blusa de mezclilla. Me sentía poderosa con una credencial plastificada que por fin había tenido la fortuna de identificarnos como mexicanos. Pero las elecciones estaban maniatadas y por más que la foto nos gustara, el documento no aseguraba una democracia participativa.
Las elecciones anteriores al mandato de este Presidente que ganó la estampa del “fobaproa” no pude vivirlas en urnas. Antes de ese sexenio todo era todavía más tácito, blanco y negro, de dedazo y se sabía que el esfuerzo dominguero era para pasar revista. Yo decidí que durante esas elecciones donde se dio por ganador a Carlos Salinas de Gortari era mejor idea estar en una playa mexicana con amigas disfrutando del sol y el mar. Probablemente traía puesto mi bikini de flores azules que tanto amaba. Recuerdo que desde ese entonces usaba protector solar y que el hotel estaba repleto de turistas. Era muy, muy joven. Y no existía esa caja resonante donde se me dijera que mi voto contaba tanto. A pesar de que en mi caja familiar el mensaje era cumplir con el derecho, yo decidí otra cosa.
Al llegar de mi viaje mis padres con sus palabras rotundas características, me comentaron:
-Si no votaste, no te quejes del sexenio.-
En el último tramo del reinado de Gortari, ese tramo de horror e incertidumbre, mi padre me recordaba mi hermoso bronceado con el cual regresé del famoso viaje. –No te quejes-.
De las siguientes elecciones tuve la precaución de anotar bien el día en la Palm Pilot que se usaba y todavía fui a más. Acepté la invitación de ser Presidente de Casilla en las elecciones donde se terminaría el régimen del PRI. Yo, con toda la responsabilidad me lo tomé tan enserio que a los cursos del Instituto Federal Electoral llegaba temprano, hice una agenda de los datos de los vecinos que serían la mesa directiva y estudiaba mi libro con dibujos infantiles en tiempo libre.
Ese domingo de elecciones donde Vicente Fox ganaría, yo llegaba a la casilla con las boletas, urnas, mesas, sillas, plumones y todo lo que el IFE dictaba. Una noche anterior se guardaban en mi casa todos esos elementos federales de un valor invaluable. La representante de la sección llegaba a mi hogar con un elemento del Ejército Mexicano a proveer la importante tarea y juntos buscamos el lugar idóneo de resguardo, así que por única vez yo tuve un visitante soldado que recorría el pasillo de las recámaras para buscar la cueva donde nadie pudiese intentar robar la información. 780 boletas y todo el contenido clasificado cual película de agentes secretos. A las 8:00 de la mañana siguiente todos ya estábamos sentados recibiendo a los votantes madrugadores. Eso significaba que por ende yo estaba despierta desde las 5:30 para estar presentable y animosa y llegar a armar todo el esquema arquitectónico dibujado.
Fue una fiesta. Saludar a los vecinos, ser ordenados, cumplir con la norma democrática, sonreír, tomar agua, pedir permiso para ir rápidamente a un baño, regresar, sonreír, comer algo rápido, sonreír, contar votos, tener paciencia con los representantes de partidos, poner orden, sonreír, escribir la manta con resultados, tomar agua, ir a entregar PREP, tomar agua y abrir la puerta de casa en la madrugada con los pies hinchados y un cansancio de miedo. El famoso discurso de Zedillo entregando el cetro no pude escucharlo ya que me encontraba en una fila interminable para entregar el paquete electoral. ¿Cómo se atrevía el Presidente a dar palabras al aire si todavía faltaban mis votos de mi casilla? El resultado era apabullante. Así que cuando llegue a bañarme de madrugada pensé que estaba a mano con la irresponsabilidad pasada de mi playa relajante.
Hoy escribo a unos días de la elección que se dice la más importante de la historia. Hoy pienso en el pasado y lo que hemos caminado para que las mujeres, igual que los hombres, podamos votar. Y más aún…hoy pienso en la trama histórica que por primera vez una mujer en México será Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Hoy pienso.
Fue en 1953 cuando el voto femenino ya muy platicado se aprobaba en un Congreso en épocas de Adolfo Ruiz Cortines. El artículo 34 de la Constitución adhería el enunciado de “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”. Después de esto, la transformación del artículo ha sido más práctica en sentido de que todos, a partir de los 18 años, somos aptos para marcar una cruz en una hoja.
La idea venía rondando desde años atrás y fue justo al término de la Revolución en 1916 cuando el proceso se aceleró. Pero muchos años pasaron entre esos años y por fin, el 3 de Julio de 1955 se llevó a la práctica la primera elección donde las mujeres de esa época participaron y también, cuando se inició el indicador de que una mujer pudiera ser candidata a cualquier puesto de elección popular. Una larga espera, un camino de piedras, un sendero que finalmente se limpiaba.
Desde la creación de la Democracia en sus orígenes griegos este proceso actual asustaría a todos los dioses del Olimpo. La pluralidad hoy ejecutada en esos tiempos no existía. En Grecia sólo votaban los hombres de una sola estirpe de importancia que eran representantes de todos. Estaba prohibido que esclavos, negros, mujeres y jóvenes votaran en sus elecciones. Después, en épocas del Imperio Romano se copiaba casi de forma idéntica la usanza salvo que se adhería un ingrediente más: que de ese grupo selecto sólo votaran los que tenían propiedad privada propia como tierra o casa. Así era antes. Tiempo y forma.
Avanzaba a nivel mundial la idea de grupos que podían tener el privilegio de elección y fue en medida que las Revoluciones estallaron mundialmente cuando la cosa cambió. También, la abolición de esclavitud y el reconocimiento del Sufragio Universal formaron parte medular para el cambio.
Hoy reflexiono que estamos a días de conocer el rostro femenino que tendrá muchos reflectores y donde será observada de forma intensa por el simple hecho de ser la primera mujer Presidenta. Y no es que menosprecie al varón contendiente, pero soy realista.
Esa mujer tendrá una fotografía, seguramente, el todos los diarios del mundo en su portada del día 3, en todos los idiomas, y rezará la frase de que México se estrena en esta diversidad. Apasionante.
Hoy no voy a decirte mis preferencias porque sería de una gran falta de ética. Hoy no quiero saber las tuyas porque el voto es secreto y libre. Hoy sólo quiero invitarte a que formas parte de esta gran fiesta que viviremos los mexicanos con un domingo que está por venir y que será intenso. Que elimines tu actuar por miedos infundados o malversados y seas objetivo en tu decisión. Porque vivir con miedo convierte al ser humano en un esclavo de la desinformación.
Finalmente recuerdo lo que una periodista decía esta semana, esa mujer tendrá que cuidar la casa común, la casa de todos, la casa donde todos habitamos diariamente. Una tarea de digna envergadura y seriedad.
Y México seguirá en pié, a pesar de todo, de todos y como siempre.
A una semana de elecciones, recuerda que:
Siempre hay alguien que te espera…
Saludos
Se llegó la hora del magnicidio de Amlo 🤮