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Cuando el Centrito llora…

La ciudades son compuestas por varios ingredientes en los que su buen manejo pueden formar la receta más simple y exquisita o bien, tener un bufete con mala planeación, de esos que el postre derretido aparece de frontal y el plato de inicio se coloca en esquinas descuidadas.

La definición de ciudad en la RAE es muy sencilla:

“Conjunto de edificios y calles, regidos por un ayuntamiento, cuya población densa y numerosa se dedica por lo común a actividades no agrícolas.”

Si se requiere profundizar más en la definición aparecería los vocablos “desarrollo sostenible”.

Desarrollo sostenible…, ¿y qué es desarrollo?, ¿qué implica el que un desarrollo se sostenga para pilar de una ciudad?,  ¿quién, siendo más puntuales, sostiene el desarrollo?

El municipio de San Pedro lo conozco desde pequeña. La mudanza de mi familia llegó a predios y calles que comenzaban su construcción. La primera casa de la cuadra fue la nuestra. Amaba ver con mis ojos de niña como los montículos de tierra comenzaban a poblarse, con los primeros vecinos, la ocupación de baldíos para juegos y la llegada casi de retrato de película de las primeras tiendas.

Una parte tan chiquita y tan bien diseñada se nos presentó en envoltorio de comercios que poco a poco comenzaron a gestarse en dos calles, Mississippi y Orinoco. Se llamaría “Centrito”.

Vimos en esos años cómo se edificaba el primer cine, Cinema del Valle. Comíamos las primeras hamburguesas al carbón con nombre Wanta, degustamos las tortas europeas de Chic Chic (con compra de camiseta y poster de Los Angeles de Charlie).

Para que nuestras madres se vistieran las tomábamos de la mano para entrar en un monumento de la moda, Casa Roy y los primeros pantalones de mezclilla de colores llevaban el nombre de un animal: Zebra.

Así, con las amigas desde temprana edad acudía con algunas monedas para que los domingos tuviéramos en la mesa de la King´s Burger el spot ideal para ver a los niños de otros colegios y si ese lugar estaba lleno, caminábamos a las enchiladas del Lobo Jack.

Los días que no había comida en casa la visita del Pollo Church`s era obligada. ¿Quién podría despreciar un pollo frito donde además se vendían varias piezas repetitivas? Así, todos con pechugas antes de generar un pleito por muslos y piernas.

Había también un lugar que todo ciudadano visitaba para poner a prueba la paciencia: Camello 13. Y digo la paciencia porque su dueño no gustaba de escuchar voces fuertes o risas de comensales. “Para llevar” era la opción, para gozar de la mejor torta con la mejor risa en casa, con hermanos.

La esquina previa era un santuario de belleza de hombres. La peluquería con su típico anuncio en forma de caramelo vio los cabellos de mi abuelo, padre, hermano, sobrinos y amigos en el suelo. Entraban apurados, salían como dandy`s.

La tienda de alado me enseñó que los aparatos antes de cambiarlos habría que repararlos. La plancha, tostador, licuadora y cafetera coleccionaba los sellos de etiquetas del costo de las reparaciones. Y así duraron muchos días más.

Monos de peluche de Cherry`s, troles de La Puri, podólogos con Terapié, ropa con Jacintas, tacos de Mode, cafés de empresarios en Benavides, ropa limpia en Flomatic

Al pasar de los años el Centrito fue cambiando poco a poco algunos comercios por la simple razón de lo que implica la ley de negocios. Cuando deja de funcionar, se cierra por antigüedad o por simplemente entrar en la etapa de la jubilación. Algunas adecuaciones por parte del gobierno se instalaron rápidamente como la extensión de banquetas y la renovación de las calles.

 Y sí, el Centrito envejeció. Envejeció como muchos lo hacemos, como todos lo hacen, como todos lo harán. Y si no se hace un sistema preventivo de cuidados, los cabellos se harán grises, las arrugas prominentes, los músculos suaves. Pero así como un ser humano previene poco a poco sus vestigios, una ciudad debe de prevenir sus cicatrices.

Poco a poco, no de golpe, porque hacer cinco cirugías en la misma cita conlleva al riesgo de muerte. Porque ningún médico prudente lo haría, salvo alguno que en vez de velar por la salud, elija sólo su ganancia.

Ganancias, egoísmos, arrogancias, oscuros, más ganancias, no escucho, no hago planes.

Hoy el Centrito llora. Hoy el Municipio es de esquizofrenia y claxon. Pero lo más triste es que el desarrollo, ese que viene definido en la RAE no se entiende como su definición más simple.

El desarrollo se sostiene por las personas. El desarrollo lo cargan diariamente los atrevidos comerciantes que nos han regalado ratos amenos, comida deliciosa, artefactos necesarios y otros, por lujo. Las mismas personas generan flujo económico para sus equipos de personal que…de eso viven. Somos el conjunto de seres humanos en sana convivencia respetando a Maslow con su pirámide donde la parte de inicio de soporte es la seguridad. Y con seguridad se refiere a su forma de vida. Tan simple.

Entre más gente que en su noche tenga a bien pensar qué hará mañana, nos convertimos poco a poco en sonámbulos que necesitamos agitarnos para gritar una verdad.

Sonámbulos, ojeras grises, lágrimas inertes.

Pero de listones verdes se llenaron algunas casas y con total incongruencia, aquellos que criticaron el vocablo reelección, lo hicieron. Doble moral, doble listón.

Y así, día a día nos jugamos la integridad siendo equilibristas para entrar en una zona de guerra donde ni caminar se puede. Donde la tierra y el cable se asoman para decirte que así estarán por mucho tiempo.

Poderes fácticos, de renovar rápidamente una sola calle para ir a un Palenque cuando los más antiguos se ahogan.

Hoy dedico este relato a todos menos a uno. A los comerciantes que no están soportando. A las dos calles que nos han visto crecer.

Lo dedico a todos los que tratamos diariamente de ayudar de alguna forma. Lo dedico a los valientes que participan en entrevistas. Lo dedico a los que con todo y sus ojeras, se despiertan para prender la luz.

Lo dedico a las Escuelas de Negocios, para que traten de enseñar mejor las reglas básicas de planeación de proyectos grandes a sus estudiantes. Para que inculquen la ética en los que de listón se amarran con las promesas que no se cumplen.

Lo dedico al Municipio. Que aunque muchas de sus facetas no me gustan, es la tierra donde he crecido, jugado, estudiado, respetado, vivido.

Y lo dedico a los monumentos, esos que cuentan historias.

Habría que hacer uno en un futuro que verse…”aquí se hizo un proyecto sin pies ni cabeza. Aquí el honor se lo llevan los que cerraron negocios, los locatarios que dejaron de percibir rentas, los empleados desempleados y los clientes que apoyaron. Y aunque haya quedado “bien bonito”, el costo deberá ser recordado.”

Siempre hay alguien que te espera…

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