Un viernes sin Presidente…
Los temas de política no son mis fuertes. Me gusta leer e informarme de fuentes que considero confiables y hacer mi propio análisis basado en hechos. Me gusta contrastar a medios libres y pagados para poder así darme cuenta de una realidad que se antoja de colores en vez de blanca y negra.
En temas políticos gusto de contrastar con los temas sociales, con los usos y costumbres, con la gente. Esa para mí es la verdadera política, el pulso de personas que tienen latidos de corazón, vísceras y pulmones. El primero, para bombear sangre y vida a su cuerpo, el segundo, para decidir los gustos de candidatos y problemática y el tercero y último, para respirar. El respiro de aliento es lo que nos hace limpiar el sistema, tomar aire nuevo, exhalar lo que no sirve.
Con este entorno de escrito y ante un mundo que cada vez danza más arrítmico con música estridente recordé una historia que me pareció interesante para ti, mi lector.
En 2018 me encontraba de visita en España en un tramo turístico. Fue un viaje de emociones ya que por primera vez visité la Universidad de Salamanca, esa Casa Magna con estrellas en el techo y edificios exquisitos. Tomé café donde Unamuno y así, entre cultura y arte, el Real Madrid jugaba la final donde se coronarían reyes de nuevo. Ver un partido del equipo de casa, en la plaza de la casa, con la gente de la casa, con el grito de los que habitan la casa, cambió mi panorama ante este deporte. Sentía que la emoción de las mesas de un lado se mimetizaban con las tapas, vino, lluvia. Y lo que seguía, una desvelada fuerte para aplicar la “marcha” de bares y éxtasis. Los españoles ese día, clamaban su victoria. No sabían que días después y ante tanta emoción se anunciaría un día histórico. Uno en el cual un País completo se quedaría sin Presidente.
De Salamanca a Toledo para que los pasos visitaran a El Greco y todo el arte de las tres culturas. Toledo, la ventana del cielo, la Catedral con la custodia de oro y ornamentos de balcones dorados y música de noche con vino en vaso de plástico.
Las calles de esta ciudad tan particular ponen a prueba las articulaciones y capacidad de aire de cada visitante. Así, si decides ver sus frescos necesitas de zapato cómodo y una vitalidad prestada en momentos. Las piernas gritan sus dobleces y los brazos se fortalecen al tratar de tomar con tus manos las rejas de balcones de paso.
Cada comida, plática, broma, silencio se fue acumulando hasta que un día, viernes, el del comienzo del descanso, el de la fiesta anticipada, el del comercio con monedas sonantes anunciaba algo que mi persona no había testificado. No había Presidente.
Un día sin Presidente es un evento que nosotros, los mexicanos contemporáneos no hemos vivido. Un día sin Poder, sin una cabeza que dirija, sin una figura de estampa y biografía de historia.
Yo desayunaba y escuchaba: no tenemos Presidente. En la tienda de jabones frente al hotel decían, no tenemos Presidente.
En la sucursal bancaria: no hay Presidente.
En la terraza de café se escuchaba, no tenemos Presidente.
En la tienda de abanicos de colores no tenían Presidente.
En la charcutería no tenían Presidente.
En el Museo, joyería, zapatería no tenían Presidente.
Yo preguntaba, charlaba, tomaba el pulso. ¿Qué siente una persona al no tener Presidente? Y la respuesta era la misma en su mayoría: la incertidumbre.
Recuerdo mucho un diálogo de una mujer Chilena que me comentaba el miedo que sentía ante la nueva estampa que podría decidir devolver a exiliados. Otra persona de nacionalidad árabe comentaba que podrían aumentar los impuestos y ya no podía vivir en un país de castañuelas. Pero el promedio de personas que mi voz alcanzó concluían en algo: siempre criticamos y cuando se cumple el deseo se vuelve vacío. La incertidumbre de una moción de censura es similar al intento de desvestirte en público para mostrar el tatuaje que años estuviste gritando que tenías. Los deseos se vuelven órdenes y se cristalizan frente a narices que en un viernes sintieron que un pañuelo desechable necesita ser guardado por si se ocupa en futuro.
Un viernes sin Presidente, las pantallas de la plaza mostraban la noticia, mostraban a un Congreso que votaba a favor de que un miembro del recinto de los leones de piedra subiera al estrado como nuevo resplandor y quitaran por un número grande en pantallas de votos al existente. Rajoy se despedía, Sánchez entraba. El primero caía ante la red de corrupción investigada y verificada y el repudio lo enviaba a caminar en la calle madrileña que abraza el triángulo del arte, cerca del Retiro, con árboles verdes y restaurantes de lujo. Lo enviaba a visitar al Rey para renunciarle en su cara misma. El segundo llegaba para aplastar esa verdad y prometer que todo sería serio y limpio. Visitaría después al mismo de la revista Hola para presentarle sus respetos.
Este no es un escrito político, este es un escrito de un viernes diferente que mis ojos vieron, mis manos tocaron, mis oídos escucharon, mi nariz olió y mi boca degustó.
Ese sábado posterior al viernes vacío, el desayuno sabía diferente. Todo estaba en orden. Los noticieros comenzaban a aclamar la nueva figura de poder y la gente se mantenía viendo cómo la custodia de la Catedral caminaba con música en las calles. La plaza de toros estaba llena esa tarde y todos gritaban Olé. Yo me dedicaba a reflexionar ante un hecho de nación y pensando que “lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”.
Un viernes sin Presidente, mi mente no lo olvidará.
Siempre hay alguien que te espera…