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Un pañuelo que solo 30 vimos de cerca…

Las redes sociales ofrecen un juego de cartas que cada jugador debe saber escoger. Infinidad de personas están presentes en ese universo electrónico para dejarnos enseñanzas, para sorprender, para incitar con un click que puede generar un recuerdo. En dicho universo leí hace varios días sobre la reseña de un libro llamado Mujer de Papel, biografía de Rita Macedo escrita por su hija Cecilia Fuentes. Esta pequeña contribución de meta verso accionó en mí muchos recuerdos que se empacan a Guadalajara y París. Macedo, la primera esposa de Carlos Fuentes, ese de la Región más transparente con Aura en su cuerpo, ese de Gringo viejo hasta La muerte de Artemio Cruz. Personalidad fuerte, de palabras cortas, de opiniones particulares. Macedo y Fuentes decidieron dar por concluida la relación tan de cine, tan vista, tan subrayada. Y su historia ya quedará en un manuscrito que invita a la lectura de ojos sin juicio. Pero todo este recuerdo me llevó al 2006 cuando por casualidad estaba presente en esa sala Juan Rulfo en la Feria del Libro de Guadalajara. La ponencia prometía mucho: Carlos Fuentes presente escuchando un mano a mano de lectura perfecta a dos voces de diálogos de su novela entonces nueva Adán en el Edén. Gonzalo Vega y Ana Colchero, ambos actores, con voces teatrales en una mesa de centro ante muchos que escuchábamos las vocales y consonantes y Fuentes siendo testigo. Con su pierna cruzada, su saco de lino, su pañuelo de cuello, su mirada afilada sin hacer movimientos repentinos. Solo escuchaba, se escuchaba, escuchaba las palabras que alguna vez salieron de sus dedos ante una máquina recolectora de ideas. El salón aplaudió de pié, las manos se cansaban de tan exquisita lectura con las voces más rotundas, reflexivas, inclusivas.

Al finalizar la presentación un hombre aplastó los sueños de todos: -Fuentes no firmará libros, esto se da por concluido-. Pero yo soy terca y decidí quedarme quieta en mi asiento hasta que todos fueran abandonando el cuadrado de sillas y cuando estaba casi vacío, Fuentes levantó su cuerpo de la silla e hizo gestos al hombre que nos había aplastado la esperanza.

Se cerraron las puertas y el autor se levantó dando un giro a las pocas personas que quedábamos y nos invitó a pasar a la firma. Los de afuera ya no eran invitados. Estábamos casi 30 personas en un lugar que recibía 600. Un lujo. En mi tiempo con él reí mucho, serían los 5 minutos en que esa personalidad de pierna cruzada bromeaba diciendo que posiblemente éramos primos por compartir un mismo apellido: Fuentes. Así que su forma de dirigirse hacia mí era casi familiar. –Gracias prima, disfruta el libro-.

El tiempo pasó, mucho tiempo, tanto que Fuentes decidió irse de repente del mundo común para que su legado se trasladara por Air France a París, a ser enterrado en la ciudad que amaba, con los barrios más elegantes, con los intelectuales de café y sopa de cebolla gratinada. Montparnasse, ese camposanto donde están Dictadores, Artistas, Pintores y él.

Y seguía pasando el tiempo hasta repetir el mismo lugar de Rulfo, la misma Feria muchos años después. 2017 y en el mismo salón donde dos primos bromeaban se recibía a un autor de la misma talla de Fuentes, también elegante, con un saco gris Oxford que recordaba a la audiencia que al dar el último manotazo a su manuscrito contestaba la llamada que indicaba la muerte de su padre. Una coincidencia. Paul Auster recibía de las manos de Silvia Lemus el premio a la Cátedra Carlos Fuentes. La esposa de ese de la pañoleta de cuello que decidió a 30 darles su tiempo.

Cuando concluyó la sesión me dispuse a pasear por los laberintos tapatíos de libros, hojas, letras, páginas y tomando un descanso en una pequeña mesa verde advertí que tenía de frente a la mujer rubia que Fuentes amó. Tan delgada, tanto que la fragilidad se advertía de obvio. Tan triste, triste como un pájaro que no tiene canto, como un café sin los labios que lo beben, como una flor que pierde sus pétalos, como una región que se espesa y deja de ser transparente, como un globo sin un niño que lo sostenga, como un césped sin regarse, como un árbol que se seca. Nunca había advertido tanta tristeza en algún ser humano y la tenía tan cerca que quería darle algo de alegría. No tuve que acercarme, creo que en mi mirada ella supo que tenía algo que decirle. Le narré la historia del parentesco, de la sonrisa del hombre tan alto, de lo que 30 vivimos. Lemus me tomaba las manos y sonreía y yo pensaba que por ese día yo había hecho mi buena obra.

Un año más tarde en la ciudad francesa y en una mañana de Febrero que el frío calaba hasta los huesos decidí visitar al primo, al pariente. Llevé una flor silvestre que encontré cerca de otra tumba, nada elegante, algo simple que ocupaba el tiempo de elegir que fuera fresca. Ante su tumba traté de decirle que la rubia que amaba entregaba premios en su nombre y que en los pasillos del recinto que lo vio crecer platicamos en su memoria ante una mesa verde. Que Paul Auster estaba a mis espaldas y que yo preferí darle la atención a una dama con dolor.

Todo lo que las redes sociales tienen en un espacio de recuerdo debe de ser valorado. Los jugadores escogemos en esta ocasión nuestro juego, nuestro tiempo, nuestra atención.

Y París tiene a un grande y una rubia sabe que estará ahí junto a él en un espacio donde las flores cercen entre tumbas. Y los parientes están repartidos entre páginas y piedras y nos recuerdan que dos voces perfectas alguna vez fueron la atención del hombre elegante, alto, elocuente y con opiniones firmes ante un País que no pudo contener sus restos.

Una mujer de papel alguna vez amó a ese hombre y su hija hoy lanza las palabras para poder poner en blanco y negro una historia que termina en cruzando el atlántico.

Fuentes, tan nuestro, tan de pañuelo de cuello que hoy mira la ciudad más bella en el barrio que sólo cuenta historias de arte y escritura y que mantiene la calma con la elegancia de un francés.

Siempre hay alguien que te espera…

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  1. Post comment

    nos narras, felicidades!!!👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼 says:

    Excelente forma de narrar éstas hermosas vivencias con Carlos Fuentes, me encantó en todos los sentidos, con esas endulzadas palabras tan bellas que hacen que te adentres en lo vivido y que ahora nos lo das a conocer en esa forma tan especial que tienes para trasmitirlo…
    Gracias
    Felicidades👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼👏🏼