
Scott Fitzgerald no supo que su Gastby fue DiCaprio…
Esta semana recordé la gran novela del siglo XX: El Gran Gatsby. Y es que pocos títulos de libros deberían de anteponer la palabra Gran antes de nombrar el título en solitario.
Me recordó una historia que conecta con otras y que forman parte de entramados que me gustan analizar. Porque el arte así es, una bandeja con elementos que forman el perfecto platillo para dimensionar a una sociedad, política, causas sociales y demandas que en tiempo y forma gritaron en óleo sobre tela, fotografía en blanco y negro, edificios con arquitectura singular. Somos usuarios del arte y cada párrafo en una novela debería de ser gestionado en pensamientos y similitudes actuales para entender, entendernos, entenderme.
En los 90´s y bajo la tutela de un trabajo que me apasionaba visité una ciudad donde los mariscos se venden en carritos de esquina y las rocas forman acantilados que rugen en el aire. Ensenada. Para llegar a esta ciudad que todavía no gozaba con spots de instagram me transporté con un joven que tenía de misiva llevar a una regiomontana para hospedarse por tres días en formato ejecutivo.
Llegando por Tijuana entendía lo que significaba una instalación artística que lloraba a sus muertas en forma de cruces acomodadas en fila. Todas, cada una de ellas, con un nombre inscrito en el centro. Dolor de carretera. Al continuar la travesía por una de las carreteras más bellas de México, con viñedos a la izquierda y mar azul frío a la derecha pasamos por los estudios de la 20th Century Fox. El chofer me comentaba que se estaba filmando la que sería la película del año, una en forma de barco llamado Titanic y que mostraría al mundo el accidente por arrogancia más surrealista que un barco podría tener. Pedí que se detuviera en esa aldea llamada Rosarito y después de saborear sus famosos tacos de langosta y frijoles tratamos de acercarnos lo más permitido para observar la filmación.
-No conozco a ningún actor-. Le dije.
Alcanzábamos a divisar a un chico alto, con cabello rubio y ojos claros con una vestimenta rudimentaria y una boina. Caminaba con una mujer de pelo rizado que llevaba unas hojas en sus manos. Ahí estaban, a escasos metros, Leonardo DiCaprio y Kate Winslet. Años más tarde supe que estaba frente a dos que serían grandes, dos que serían íconos, dos que han sabido ganarse con su trabajo a una audiencia mundial y que cansan estar de pié en ovación.
No grité, ni les llamé por su nombre (no lo sabía), ni tampoco saqué la cámara Canon para tomar con un dedo un recuerdo.
Titanic fue éxito de taquilla y los dos jóvenes se abrían paso en una carrera limpia como la espuma. Bien actuado, bien ganado.
Pero sin duda alguna creo que DiCaprio es magistral en El Gran Gatsby. El mismo Fitzgerald, estoy segura, hubiera escogido a ese actor con el tuxedo impecable y su carro descapotable amarillo andando por la ciudad creada de West Egg y pagando sobornos para no ser multado. Porque ese es El Gran Gatsby.
Scott Fitzgerald fue un escritor que no sabía que la fama lo rodearía, que no sabía que bajo sus ataques de alcoholismo y crítica social tendría bajo sus dedos la historia que sería juzgada como la mejor novela de los años XX. Leerlo y conocerlo a profundidad según sus biógrafos me parte el corazón.
Resulta que Scott nació en una época que terminaba de observar la Guerra I Mundial y que dejaba devastado a un mundo que había probado las mieles de la Revolución Industrial. El dinero y la fama comenzaban a asentarse cuando llegaban ciertas naciones a jugar monopoly y destruían un tablero que parecía perfecto.
La postguerra llegaba y antes de entrar a una Segunda para tener otro tablero con otras fichas se gozó de la Bella Época. Los excesos, el alcohol, el baile del jazz y los artistas migrando a un París que no dormía. Había que aprovechar el tiempo perdido y había que ser rápidos porque sabían que cierto personaje que vivía en Alemania y que se vestía de Hugo Boss tomaría la silla presidencial por la arrogancia que todo un pueblo compró para poder llegar a ser de nuevo, los amos mundiales.
Así que en este escenario nació Scott. Vio el éxito de su padre y luego su fracaso económico, sintió en carne propia el ingreso a filas militares para defender a su jugador de monopoly y también vivió en el exceso de un París vertiginoso. Se enamoró de una mujer que carecía de una salud mental normal y con sus ataques de esquizofrenia elevada hizo que Fitzgerald perdiera amistades tan valiosas como Hemingway. El defendía a su dama, a pesar de todo, a pesar de que ella lo presionara en tener más y más dinero para mostrar la riqueza a sociedades. La estadía de Fitzgerald en París junto a Zelda, su esposa, marcó capítulos que el mismo Woody Allen retrata en su famosa Medianoche en París. Complicaciones, pleitos, intentos de suicidio y Scott guardaba esas letras que más tarde escribiría en su gran novela: Gastby.
Amigo del alcohol comenzó a presionar sus pensamientos en su máquina de escribir hasta que la famosa frase final fue escrita:
-So we beat on, boats against the current, borne back ceaselessly into the past-
(Así que navegamos, barcos contra la corriente, llevados incesantemente hacia el pasado)
La novela tiene su sello autobiográfico, sin duda. Gatsby rechaza la quiebra de su padre, huye de él, ambiciona todo en otras ciudades, ama fervientemente a Daisy que incumplía su promesa de espera para sustituirlo con el dinero de una herencia del que fuese su esposo. Pero Gatsby retorna por su amada, con las manos llenas de metales huecos para poderle ofrecer más de 100 camisas de lino y seda. Nadie como DiCaprio para interpretar a este joven de mirada lúcida y los labios que articulan perfectamente las palabras de la esperanza forjada.
El Gran Gatsby es una crítica social al sueño americano. A un país y sociedad que vivía en la opulencia no ganada con trabajo digno, a la desigualdad marcada de clases, a la ropa de lujo y las fiestas llenas de desconocidos que sólo acudían por tener la foto en la gaceta de moda. Nadie sabía la procedencia de Gastby, pero todos la intuían, y aún así buscaban su compañía en mesas de champaña y caviar de importación.
Gatsby es la declaración de que existe una fuerza elevada que todo lo mira con unos ojos de publicidad de oftalmólogo. Gastby es la comida que no se puede pagar pero que se quiere fotografiar, la ropa de caja negra que todavía aparece bajo pago mínimo en las cartas de crédito, el viaje que requiere hipotecar la morada para poder competir con lo que todos están haciendo.
Gastby es la herencia esperada sin trabajo previo, la colegiatura pagada por los antecesores, el tapete rojo a aquellos que se maquillan con brillos y oropel.
Gastby es un análisis actual. Por eso será la mejor novela del siglo XX según los críticos. Fitzgerald no sabía que ese título subiría como espuma hasta ser obligatorio en todas las escuelas secundarias de, Estados Unidos.
Fitzgerald murió antes de ver su éxito, murió amando a su esposa a pesar de todo. Apuesto que Gastby también lo hubiera hecho si no hubiese sido asesinado por la espalda por la venganza de un accidente que encubre la protección a Daisy. Y el teléfono sonaba y antes de morir, Gastby imagina que su amada está en el otro lado de la línea cuando en realidad esta huía.
En su velorio Gastby estaba a solas. Sólo su real amigo Nick lloraba su pérdida. Recordaba el faro verde que significaba la esperanza de un mundo nuevo de amor y con las palabras que evocan siempre los pasados, pasados que dan pié a presentes, siempre en barcos.
Me rompe el corazón Scott Fitzgerald, me lo rompe porque sé que hoy vivimos en una época similar y que si no advertimos podríamos llegar a tener fiestas de mil personas que nos dejarían solos en nuestros finales. Me lo rompe porque él creía en el amor de faro verde, en el teléfono que marca la llegada del amor, en la piscina con la sangre más roja y el descapotable más amarillo que el oro.
Pero toda esta historia la trenzo recordando a Ensenada en un día común donde después de los frijoles con langosta observaba a los que serían dos grandes actores de todos los tiempos. Y los ojos verdes que vi debajo de una boina se convirtieron en el frac más estiloso que hayamos visto.
Gatsby, Fitzgerald, DiCaprio.
Siempre hay alguien que te espera…