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Los peces nos enseñan a contemplar…

Hoy, domingo 2 de Octubre se conmemoran varios acontecimientos. Un día como hoy Tlatelolco en México se convirtió en escenario de crueldad. En Estados Unidos bajo el cobijo de la ONU se declaró como el día de la No Violencia. En India, un día como hoy nacía Mahatma Gandhi. En Polonia, un día como hoy se destruyó la capital bajo el mando Nazi.

Pero un día como hoy nació en España el escritor Antonio Gala. No fue un acontecimiento de índole de guerra, por lo contrario, fue un acontecimiento sencillo, tranquilo, de una mente que hoy cumple 92 años.

Hoy en editoriales se menciona su nombre, el nombre de la mente que escribió novela, poesía, comedia y teatro. “La Pasión Turca”, uno de sus mayores éxitos y los poemas a la ciudad de Córdoba en Andalucía, una delicia. Y es que conociendo esta ciudad uno se pregunta el porqué no escribirle unas líneas, si con sus jardines y mezquita se merecen toda la atención de detenerse a contemplar.

A Gala le preguntaron que era para él la inteligencia. Contestó que para él, el ser inteligente es irse a una playa. Visitar más el campo. Salir del laberinto en que nos han metido de vivir una vida que no es la nuestra, que es una vida que necesita esclavos para seguir manteniendo la pura organización que necesita a dichos esclavos y así, hasta el final.

Gala dice que ser inteligente es salirse de esa cadena terrible a riesgo de soledad, de falta de comprensión, pero irse fuera de esa extraña y monótona esclavitud diaria. Darle a cada día su propio afán, su propia sonrisa, su propio color y aroma. Porque una inteligencia que no nos ayude a vivir, no se debe de querer. No sirve a nadie.

En cierta medida, Gala nos indica que los momentos de contemplación, de silencio, de darle la vuelta de tuerca a las cosas diarias son los que nos invitan a la fiesta de la vida inteligente. Sin presiones absurdas, sin publicaciones extremas en redes sociales de cada paso que dan mis pies. Porque la privacidad, hoy, es un lujo que es celoso, que cada segundo se somete a la tentación de tomar un aparato más caro que una colegiatura y presionar el botón de “publicar”. Eso, en mucha medida, no es inteligente.

Pero las noticias abruman, la inmediatez del like soborna, el nuevo seguidor es, en mucho, el público de los 15 minutos de fama que supuso Andy Warhol en el pasado y que indicó que todos tendríamos.

Pero los peces, los peces del título de este artículo, ¿dónde nadan?

Hace muchos años, en 1912, Henri Matisse, creador de las pinturas de colores fuertes y chillantes vivía en el bullicio de un París pletórico, eufórico, con prisas en el triunfo. En un momento casi delirante decidió hacer un viaje a Marruecos.

Situado en Tánger, Matisse quedó hechizado por la vida lenta de los locales, de su forma de disfrute de los momentos más triviales. De su forma de degustar el té por la mañana, su forma lenta de caminado en los mercados, su forma lenta de hablar, reír, gritar. Observó que muchos de ellos tenían como ejercicio diario el sentarse a contemplar peces en peceras. Esos peces naranjas en un agua azul de metileno, con los troncos estilizados, las danzas de ellos entre ellos, la viveza de sus formas y movimientos.

Matisse entendió que para poder estar más presente necesitaba nadar como ellos, nadar con las pupilas de sus ojos.

Para poder adecuar este ejercicio a su vida diaria de pintor se comprometió a realizar doce pinturas de la serie “goldfish” en las que evoca los movimientos en serie de los peces, las peceras redondas, vivas, azules, brillosas. Cada pincelada era la contemplación misma. Los peces se convertían en arte, en símbolo de tranquilidad, en seducción de un momento sereno, en paz.

La prisa abruma. El tomar café a la par de conducir impide el saborear de una bebida bendita. El escuchar noticia actual a la par de comer impide la buena digestión. El hablar sin contacto visual con una pantalla negra en el regazo fracciona amistades, el escribir a la par de hablar equivoca.

Gala nos enseña que aunque una vida sea turbulenta merece los momentos de respeto al espacio sin ocupar. Matisse nos enseña que del color de fieras se puede pasar a observar otro tipo de vida, otro estilo, otros ojos.

Y un día como hoy, con sus dicotomías, nos revela que hubo muerte, disparos, nacimiento de seres de paz, enunciados de una organización de cartón que declaran la No Violencia y a su vez, la destrucción de capitales que hoy vuelven a estar en pié.

Porque la prisa aniquila. El correr tropieza. El avanzar sin cuidado invita al error. El no disfrute nos convierte en seres que a nuestros 92 años, si es que llegamos,  responderemos a la misma pregunta que se le hizo a Gala diciendo que la inteligencia fue sólo lograr estar vivos a esa edad.

Siempre hay alguien que te espera…

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