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Los ojos de Mela, los dientes de Neme, el cuidado de Lala…

Hace unos días terminé una lectura fascinante. Limpia de Alia Trabucco es el libro sobre el cual reflexiono hoy y que pone en evidencia a un personaje que cierto sector de la población tiene en su hogar, un privilegio, una complicidad. La señora, la que ayuda a que gire la limpieza, cocina, deberes y emociones. En la lectura la autora nos presenta una mujer que narra su paso por la casa de una familia acomodada en Chile y que desenlaza escenas cotidianas que a veces nos ponen a los lectores la carne de gallina. La indiferencia, el límite extremo, el cariño cuando solo conveniente, el grito para reordenar organigramas del hogar. Su final es aterrador aunque se conoce desde el principio. La autora nos muestra que muchas veces el “como” es más atrayente que el “que”.

Leyendo este ejemplar me di a la tarea de reflexionar sobre mis personajes reales de la casa, los que ayudan, los que saben, los que ordenan. Una limpia pero al revés, una limpia pensando que se tienen recuerdos de familia de tan importantes personajes que hasta duele saber que algunas ya no están.

Mela llegó muy joven a la primera casa que mis padres habitaron. Una pequeña edificación blanca con un limonero y una cochera que parecía parque de diversiones. Ahí nací siendo la última de 4 hermanos y mi memoria es muy nula ante esa calle y lugar. Lo que sí recuerdo es el tejido de las mil y un historias de Mela. Infinidad de fotos son testigos de esa mujer con brazos tan grandes y con cariños arraigados. Mela sabía perfectamente donde estaba cada artefacto de la casa, qué detergente usar y con qué color de ropa, los utensilios para cocina, el salero  y las palabras exactas para calmar a mis hermanos mayores siendo bebés. El cariño, las manos entrelazadas, el regaño sutil y la importancia que mi madre le depositaba para que usara su poder cuando creyera necesario. Mela tenía en sus manos algo que hoy en día muchas mujeres en su trabajo no tienen. Empoderamiento. Y es que Mela se lo había ganado a pulso al tener un orden y tranquilidad de una familia joven y con niños pequeños. Cuando Mela comenzó su camino de pretendientes y salidas la instrucción fue muy clara: tu noviazgo tiene que ser formal y salir de aquí, si decides casarte, de blanco. Nada de huidas, nada de des tiempos. Mis padres eran como sus propios padres y Mela a Don Antonio no le contradecía, mucho menos a Amparo. Y Mela, con ese instructivo en la mente comenzó a danzar con figuras masculinas hasta que encontró su misma alma. Formal, de blanco…y así fue.

Mela nos dejaba para ya no dejarse y colocarse ella como una figura central en su propia vida. Se lloró, se extrañó y se siguió el contacto para que Amparo y ella tuvieran cercanía, supieran una de otra. Mela, creo yo, se fue al 90%. Bastaba un 10 para que siguiera.

Desde Mela y ya en la nueva casa siguió un desfile de años contenidos con muchas que siguieron los pasos de Mela. De Blanco, formal. Así poco a poco nosotros fuimos creciendo y ellas seguían con su misma edad. ¿Extraño el tiempo, no?

Los sábados nos reuníamos en torno a una nueva mujer que nos vio de edad mediana. Le gustaba cocinar mil y un recetas para calmar el hambre de deporte de tarde y con sonrisas veíamos su vaivén en la cocina. Nemecia, Neme. Una mujer más limpia que la concha nácar y con unos dientes de revista. Siempre atenta, siempre cuidadosa. Neme también siguió los pasos de Mela, de blanco, formal.

De ellas dos es mi recuerdo más vívido hoy y también la compasión que teje su vida a partir de nosotros. Mela con una familia firme y Neme con una tristeza larga.

Neme tuvo su primer hijo, un bebé hermoso que al poco tiempo fue diagnosticado con leucemia. Poco a poco y con tratamientos pudo salir adelante sin pensar que más delante se iría de jalón al cielo. Un evento fuerte, una mujer que lo único que quería es que las tortillas de harina se esponjaran.

Mela en cambio formó su familia sólida y su hija con tanto esfuerzo cubrió sus estudios de enfermería. Se hizo cuidadora de ancianas en varios centros y un día brilloso llevó a su madre a conocer Europa. Hoy no puedo olvidar el día que Mela llegó a la casa de visita con sus fotos y un molde lleno de capirotada.

Hoy se forma la memoria futura de Lala. Lalita que es como los cinco sentidos de la casa, el orden, la prudencia y que con todos sus cuidados podemos lograr hacer el día. Callada y con sentido del humor nos regala a todos lo mejor de sus tiempos. Problemas tiene como todos pero cruzando la puerta se le ve gozosa. Está en su territorio, está en su control.

Hoy recuerdo a Mela que dejó nuestro mundo hace pocos años de una enfermedad rara. Hoy recuerdo a Neme cargando a su niño para que pudiéramos conocerlo y recuerdo su tristeza cuando habló con mi madre de su muerte.

Hoy formo los recuerdos que serán, sin duda, de todas las personas que han danzado en nuestras vidas para que pudiéramos caminar nuestro camino.

Y los álbumes de fotos de infancia están repletos de imágenes de ellas, con nosotros, en piñatas, en hospitales, primeras comuniones, bodas y competencias. Están las velas que soplamos de los pasteles con merengue y la vajilla que en algún momento lavaron.

Y Mela ya no está, Neme en algún lugar sigue extrañando a su hijo y Lala llegará mañana con su sonrisa característica para comenzar su diario vivir con nosotros.

Y la capirotada no volvió a saborearse igual…

Respeto y armonía para estas compañeras de vida…para ellas siempre respeto.

Siempre hay alguien que te espera…

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