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Lo que 2,325 páginas pueden contar de un Canalla

Hace varios años elegí dar lectura a un libro. Hoy, después de tiempo, lo he recordado. Con la serie de acontecimientos que estamos viviendo, como si fuese un experimento del ser humano ante una Pandemia, Crisis Económica, Guerra. Fue inevitable rescatar este escrito que he estado analizando aún más.

Ante la difícil tarea de cargar un libro de dimensiones pesadas, opté en el pasado por la electrónica que marca un sobre conteo de páginas de libros…esta vez, 2,325 y La Historia de un Canalla. Mi primera reacción fue de deleite. Un buen lector, cuando observa que el libro sobrepasa las 500 sabe que está frente a algo realmente bueno. Las obras extensas se saborean, se toman con café o se brindan con un buen vino. Últimamente mi fascinación por escritoras españolas me lleva a guardarles un buen lugar en mi librero. Rosa Montero, Matilde Asensi, Maria Dueñas. Pero Julia Navarro es mi consentida.

Esta mujer, reportera de guerra de años atrás y periodista convertida en ama de la novela, me ha cautivado y más aún, he aprendido junto con ella embates históricos envueltos en historias de amor, de viajes, de hermandades, de pueblos y fronteras. «Dispara que yo ya estoy muerto» ha sido mi obra favorita, recomendada hace años por un amigo de fe judía que me dijo: si quieres entender porque siempre estamos peleados en Gaza, lee a la española. Y así fue. Con «Dime quien soy» entendí que mis dedos tenían imanes que me llevaban a desvelos por lo interesante de la vida de la Amelia en la Guerra de Franco hasta la Guerra Fría. Sin embargo, “Historia de un Canalla” es una obra diferente, oscura, negra, de sinsabores y de muecas de asombro al leer a un personaje…Canalla. Antes de comenzar la aventura del sombrío Thomas, investigué un poco en las redes y di con una entrevista de Julia en España. La pregunta obligada: ¿Porque hoy presentas a un Canalla? Y su respuesta hubiera sido la misma que yo hubiera dado. ¿Por qué no? Si bien los escritores, imagino, quieren que su público los siga por siempre, ante un señorío de pluma se atreven a tener detractores en su camino y luego, volverá la reconciliación en su siguiente obra. La sorpresa, el caer un poco y luego levantarse más alto, y volver a bajar, y subir y en espiral. Al menos así, simple y atractivo sería mi captura y conquista si quisiera dedicarme a este oficio. «Historia de un Canalla» parte de la verdad, absoluta, triste y llana de que existe gente mala. Muy mala. Pero la gente mala, que está por doquier, tiene también su historia. Thomas, protagonista, comienza sus primeros pasos con maldad ante una vida que podría ser maravillosa. Familia de posición, en una ciudad efervescente (Nueva York), con unos padres que le adoran, un hermano de revista y una nana de anuncio. Tenía todo. Privilegio. Suerte. Pero no lo atesoró. Maldades de juego que ponen en vilo el matrimonio de sus padres, travesuras en colegio que destrozan la vida de la chica popular hasta crecer con un misterio y venganza por algo desconocido. Thomas camina la vida en contra y rebeldía ante el mundo, pero así se abre camino y es tan canalla que la manipulación y extorsión son tan íntimas y naturales que a su paso, es difícil resistirse. Emerge en una profesión de publicista en política y sus amores son enredosos y múltiples siempre, no basta una, si se pueden tener más. Mi asombro ante la lectura, que confieso dejo algunas arrugas por las muecas que generaba, es la profundidad de la psicología del personaje, repito, un canalla. Los canallas atraen canallas. En sociedades, amistades, en vicios, ellos se mueven en un agua helada y sin fondo. Llegan a pensar que no son canallas, que la frivolidad es algo que el mundo necesita para sobresalir. Los canallas sienten celos de la gente que brilla, de la gente que hace el bien. No lo toleran, no lo soportan, y hacen todo lo posible por salpicar de maldad ese arquetipo. Los canallas buscan así sin más, destrozar vidas, controlarlas, pisarlas y dejarlas atrás. Los canallas encuentran siempre las piezas perfectas para armar un rompecabezas de algún proyecto de vida o de profesión, y amasan, en la mayor parte de las veces y sin ser característico, fortunas y bienes que usaran para el chantaje de comprar almas por éxitos. Pero lo que los canallas no pueden atraer, es un amor limpio y desinteresado. No se bastan. No cuajan. No les da el mecanismo. Thomas lo sabe. Thomas lo supo. La psicología de un canalla planteado en esta obra dicta, a su vez, la profunda soledad y confusión de la mente de maldad. Thomas no sabe, confunde, se confunde, pero para asegurar su vida, amarra, acordona, mata, chantajea y aun así, sabe que sus piezas quieren estar libres para hacer, sin su presencia, una vida normal. Y lo hacen, a su pesar, pero demasiado tardío. Consciencia. Este es el único mecanismo que el canalla puede usar para detenerse. Cada maldad, dicha desde otro punto de vista. El «pude haber hecho…pero no lo hice». Frase repetitiva, en letra cursiva, el bien ganando al mal, pero imaginario. Sin arrepentimiento. Los canallas de Julia Navarro existen. Van por la vida caminando. Su descontrol es toparse con gente completa, que no los necesite, que no necesiten de sus riquezas, seducciones, sociedades, vidas. Gente libre, autónoma, contenta, feliz, con fe y pasiones, con autenticidad y mucha consciencia. Gente que no utiliza el hubiera porque está segura que lo hecho y dicho fue lo correcto. Canallas…y sé que ahora estas odiando a Thomas. Y que puedes estar pensando en canallas que han cruzado tu vida. Y que relacionas este relato con la gente que se juzga mala y sin piedad en los medios. Que la pregunta que no tiene respuesta es: ¿Qué los configuró así?

 Sé que estás pensando en Thomas. No te exaltes, yo lo hice. Pero al fin, acabó. Y 2,325 páginas valieron la pena. Y la Navarro sigue siendo, por mucho, mi consentida. Y la Navarro nos demuestra que se puede asomar la emoción del desprecio para así poder comprender a los canallas que vemos a diario. Y esquivar sus presencias para poder caminar sin los obstáculos que nos lanzan a montón.

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  1. De los pocos libros que no pude acabar por tan fuertes sentimiento de rechazo hacia al personaje. Pocos autores te hacen sentir tanta emocionalidad como Julia. Casualidad ayer guarde el libro ya resignada que no lo acabaría porque cada que lo retomo me enojo 😛 ¿Tu post será seña divina?