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Las manos que se entrelazan donde comienza lo blanco…

Esta semana visité un lugar que hace que mi mente y corazón palpiten. Una librería. Trato de hacerlo seguido para buscar los nuevos títulos que mis ojos devorarán. En dicho recinto trabaja un hombre que sabe mis gustos, comienza a realizar una danza de venta que sé que tendrá un término elevado. Siempre dialogo con él. Para mí es darle el lugar que merece, un librero, un vendedor de libertades, un alabastro de momentos de síntesis donde me presenta de forma educada a un nuevo autor que sabe que llenará mis momentos de lectura.

Su pasatiempo es escribir guión y lo hace a página blanca. Déjame explicar este fenómeno de un escritor: la página blanca es ese territorio inimaginable, indómito y enorme donde las letras de un teclado comienzan a acomodarse en estructuras no ideadas. Sin saber tema ni objetivo se comienza a realizar un ritmo de ortografía e idea para plasmarlo rápidamente. No se ensaya, no hay barreras, no se sabe si llegará a manos de algún lector. La emoción que esto conlleva puede ser usada a favor o en contra. A favor porque demostrará una vez pintada de negro que se tiene una fantasía y creatividad insólitas. En contra porque de impulsos se usa y si el impulso no visita, la frustración se asoma. Sin embargo mi librero de recinto juega con esa idea de ser capaz de domar un residuo de una parte de lo que fue un árbol. Y se reta. Y reta al que más tarde se atreverá a tomar dicho objeto perfumado con sus manos.

La escritura en mi opinión es la representación de dos manos tomándose fuerte. El que escribe se atreve a dar la mano abierta, completa, limpia y de saludo al otro. En su mano entrega su entraña, su visión, su forma de ver el mundo. Eso tan privado se convierte en público y al ser así se somete al gusto o la crítica. Escribir es entregar una célula de tu cuerpo a otro, perfecto romance de sabiduría y paciencia. Esa labor de silla y máquina con los dedos pulidos es la forma más inteligente de presentar tu persona y la más indolente a veces.

La lectura en mis ojos es esa tierra de libertad donde la persona se atreve a tomar en sus manos y dedos altivos la selección que sus ojos e intuición buscaron. Leer es de piratas en un barco que ruge ante una tempestad que acecha cada segundo, cada minuto. La lectura es el cuerpo plasmado en pergamino donde no existe marcha atrás. Como la tempestad golpea el barco y desequilibra al pirata, la lectura entra feroz por los ojos hasta empapar el alma.

Ambas manos se tocan y se manipulan hasta formar el saludo de una mano que no podrás soltar. Un binomio perfecto entre la salvación y el atrevimiento.

Mi librero comentaba que nunca había visto la escritura así.

-Son manos.- dije.

-Son ojos y temple.- exclamó.

Hoy que escribo mi blog semanal me encanta abrir el método que varios me han preguntado. ¿Cómo escribo?

Así que mi mano también es de blanco. Mi pequeña contribución de escritura la hago por una sola razón. Porque me gusta.

Escribir ha sido un ejercicio que siempre he disfrutado y que ahora que se hace con más rigor de domingo fluye como esa tempestad. A veces es calma, otras es ruidosa, unas es de comicidad, otras de seriedad. Sin embargo cada domingo dejo una célula para que otros me tomen con su mano.

Desde muy joven me gustaba estar en una embestida de máquina de escribir. Cuando cursaba mi carrera profesional tenía el hábito de lectura y sobre todo, de hacer un resumen del libro para develar. Gozaba de realizar la introducción y luego acomodar las ideas que sentía como tacones en mi cabeza. Todavía conservo un trabajo que mi maestra de literatura me entregó con letra roja y un 100. El mensaje era claro: 

Excelente resumen, deberías dedicarte a escribir.

Era el análisis de El lobo estepario de Herman Hesse, una obra complicada para una mujer de 19 años y que releo cada cierto tiempo. ¿Quién no ha amado a Hesse? Solo alguien que no lo ha leído.

Así mis tiempos se cortaban entre vida y deberes, letras y lapsos en blanco. Hasta más adulta retomé la idea de la lectura más de hábito y la escritura le siguió detrás.

Mi espacio dominical es de domingo por una razón sencilla. Tengo una pasión por este día de la semana. Y la razón esperará a ser compartida porque es algo que la tempestad no me ha dejado soltar.

Mi blog de domingo es de certeza, de página blanca e impulso. No lo ensayo, no lo pienso, no lo prevengo y no lo maqueto.

A soltura de letras y brillo de ideas se compone mi momento de que camine fuera de mi mano para que se presente humilde y arreglado. Una sola edición, chequeo de ortografía y lectura en voz alta. Así de simple y así de complicado.

Hoy quise recordar que mi visita me dejó con un número elevado de costo. Una bolsa de papel mostraba el peso de varios ejemplares que mis ojos tomarán del puño durante varias semanas. Mi gasolina de palabras, mi costal de ideas y mi respeto por estrechar nuevas manos.

Mi librero escribe en blanco. También lo hace en domingo que tiene más calma y tiempo. No publica ni comparte, él escribe para él. Y como muchos escribimos para invitar a nuevas personas a nuestras vidas y para soltar ese peso semanal que necesita ser gritado. Escribir y leer. Dos profesiones que hoy en día deberían ser ovacionadas.

A los escribas por lanzarse en una alberca de aguas comerciales que muestran una crisis. A los lectores por elegir ser mercaderes en una Venecia repleta de canales de papel. A los lectores, monumentos y premios Nobel, por ser ese pedazo de río donde las rocas suenan al abrirse ante una sed de aprender.

Escribir, leer y las manos que ejecutan las labores más importantes que giran en el mundo.

Y la página en blanco hoy la he llenado y tus manos se usarán para que este escrito llegue a su fin.

Siempre hay alguien que te espera…

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