Historias de Migrantes. Mi Negrito…
La Migración es un tema actual, y debe retumbarnos en nuestros corazones. Personas que en búsqueda de un sueño, encuentran pesadillas. Y sé que en mi País es de diario, pero mi Negrito no está aquí. Y fue hace tiempo que esta Historia la tejí.
Y él puede personificar lo que enmarca esta terrible realidad.
Cualquier ciudad en el mundo, sin dinero, puede ser cruel. Paris alberga un claroscuro muy determinado, muy marcado. Diariamente, personajes se muestran en soledad, con arranques de locura y de actos que solo ellos entienden. Una parte es el turismo que viene con ahorros de tiempo a gastarlos sin problema, y otra parte es la gente que ha quedado poco a poco con historias en su espalda y que, en algún tiempo, sonrieron, definitivamente lo hicieron, estoy segura.
Los migrantes de otras etnias han visto en esta ciudad maravillosa una oportunidad de libertad y de rehacer lo que no han establecido en sus propios países. Y fluyen a montones. Y es casi imposible encontrar un francés no mezclado. Hace tiempo, en un viaje largo, en el caminar de días, encontré una señora excéntrica que con ropa de ballet ya carcomida caminaba y le hablaba a su perro como si pareciera su hijo perdido.
Un caballero que en la misma esquina, siempre, entablaba un diálogo directo al botón de su camisa sucia. Historias, detrás de estas estatuas vivientes que piden a gritos un diván. Pero mi Negrito es punto y aparte. Cada día de regreso por la tarde hacia mi hotel, hago el mismo mecanismo. Entro, lanzo de un tirón mi bolsa y abro la ventana de par en par. Tengo que prepararme para la noche, pero ese espacio de tiempo, me encanta. Compongo como puedo mis pies. Y es inminente mirar en ángulos la ciudad. La Opera Garnier de cerca, el tráfico tupido, el ruido de la ambulancia europea y miles de personas que apuran el paso para llegar a sus destinos. Pero de frente, en el quicio de una puerta de departamentos, mi Negrito. No fue hasta el tercer día de repetitiva vista que me percaté de él. Calculé su fisonomía. Alto, muy alto. Delgado y esculpido como modelo de óleo. Acostado, con cartones rodeando. Y era Domingo. Por más que mi entusiasta cuerpo se preparaba para una salida, mi corazón decidió hacer algo por mi Negrito. Un chocolate y un pan se colocaron en mis manos, y crucé la calle. Mi Negrito no pudo hablar. Sólo con su mirada aguada me comunicó su agradecimiento. Lunes, Martes, y mi Negrito, a la misma hora, en el mismo sitio. Y el chocolate. Y el pan. Y yo decidida a arrancarle su historia. Es mi Negrito, así que me debe una explicación. ¿Qué hace un hombre con su físico notable, un francés impecable, en el quicio de una puerta? Con mi pobre francés y su pobre inglés nos amistamos, y pude por fin entender su dolor. «Soy de Haití. Vine a Paris con mi esposa hace tres años. Yo la amaba (señalaba su corazón). Era muy bella y buscamos oportunidad. Un buen día ella llego feliz a nuestro albergue. Ya estaba contratada. Un trabajo bueno. Cuidaría de la ropa de abrigo de clientes. Un bar. Un barrio querido. Les Halles. Música. Gente. Conciertos. Bataclan. El Bataclan.
Al escuchar la última palabra comprendí. Su amada había muerto en los ataques terroristas. Mi Negrito me explico a su manera, que el cuerpo de su esposa no pudo ser reconocido por sus ojos. Muchas balas. Más de 30. Y no recuerdo donde está. Algún sitio en Paris alberga a su esposa. Pero no tiene flores. Mi Negrito decidió bloquear su pasado, y con su poco presente, recorre las calles. Lleva una foto de ellos, cuando llegaron al viejo continente. Y ahí está, casi rota, en su bolso del pantalón. Mi Negrito no tiene nombre, no lo respondía, no lo pronunciaba. Pero en mi final de estadía logre arrancarle una sonrisa. Un chocolate y pan diario propició que lo hiciera. Mi Negrito. Y el hotel con mi orden casi dictatorial de seguir con la costumbre. Y algún día mi Negrito encontrará la cordura. Y una tumba en Paris tendrá flores. El claroscuro de Paris y sus extranjeros convertidos en migrantes dibujan esta realidad en todos los lugares del mundo. Personas que dejan todo, por un sueño…encuentran en su lugar, una pesadilla.
Wow así es de cruda la realidad de muchas personas …. Gracias por compartir
Maye que belleza en tu palabra, cuanta ternura en tu corazón, cuanta tristeza en su historia. En la historia de tu Negrito cuanto dolor. Ojalá algún la cordura toque de nuevo su corazón.
Me encantó, GRACIAS
La cara gris de París..
La Señora excéntrica me recordó a Madame Chevalier y su bebé imaginaria.