El veneno de Neruda…
Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto es el nombre real del poeta, escritor, diplomático y político chileno. Su padre José del Carmen no podía soportar que un hijo suyo jugara con las letras, a las cuales defendió el protagonista hasta cambiar su nombre. Siempre se dijo que fue en honor de un poeta checo llamado Jan Neruda. El nunca desmintió esa aseveración. Murió un 23 de Septiembre,
¿Murió?
La vida del maestro Neruda, como la de muchos de su época es de novela. Tienen capas, vueltas, giros, redondeces y delgadeces y amores, decisiones, persecuciones y una férrea determinación por ideales. Porque es así de simple, las personas con ideales, creencias férreas y defensión de opiniones se someten a la crítica y desdén en muchas ocasiones. Pero Neruda defendía a capa y espada su escritura, su poesía, su línea visual de sueños imaginarios.
Desde joven y amigo de Gabriela Mistral, otra grande muy grande, grande, aprendió a dimensionar los cuentos, a leer literatura prohibida venida de la Unión Soviética, a tomar su propio estilo, a mantener un ritmo moderno para después pasar al surrealista. Finalmente, su propio estilo, el de las odas y críticas, la melancolía y el suspenso.
Neruda tuvo tres matrimonios, uno después del otro y con cada una, su historia. María Antonieta, Malva y Matilde acompañaron en su tiempo al hombre de viajes, exilios, persecuciones y publicaciones a lo largo del mundo. Se dice que Neruda ha sido de los escritores que supo que sus letras se imprimieran de portada en cada diario en cada País. Así, cuando un problema venía, un poema suyo se leía en las portadas. Reconocimiento. Cada quien en esa época sabía de las letras del chileno, las leía, las saboreaba. Así, en un tiempo entre guerras y dictaduras él era diplomático poeta.
La Guerra Civil Española lo marcó de filo para poderse acomodar en el lado que quería y que por convicción eligió. La muerte de García Lorca fue el instrumento que disparó su política y cuestión social. Así, el entendimiento de los que rodeaban a Pablo comenzaron las gestiones para que con su voz y letra apoyara los movimientos que se formaban en España.
Finalmente Neruda, entre idas y venidas ocupó cargos de Cónsul en Francia, México, España y seguía creando. Y seguía creyendo. Creyendo en sus ideales.
En 1946 cuando Chile eligió de candidato a Presidencia a Gabriel González Videla, Neruda se inscribió en el Partido Comunista y apoyó la candidatura. Pero el premio de Gonzalez Videla de ser ganador lo vino a transformar en traición, terror, desamor. Chile veía un Comandante en Jefe que no lograba ver sus promesas cumplidas.
Así que Neruda, con su pluma sabia y letra filosa comenzó el ataque de honor, de decir la verdad, de decir que lo que había apoyado no fue como se pensó. Y cuando esto sucede, la furia aparece.
Neruda tuvo que exiliarse en Argentina y luego en Europa, tener comunicaciones cuidadas, amigos estratégicos, poemas en traducción.
Ahí, en ese continente se le observaba. Honoris Causa en Oxford para él, por su escrito, por gritar de Videla.
Nobel posterior, el esperado de Septiembre, el de Literatura. Y los premios danzaban por doquier y así aseguraban que regresara airoso a su País. Precandidato a Presidencia le daba el lugar a Salvador Allende, declinaba para él.
La historia que sigue hoy la conocemos más a fondo. El socialismo de Allende puso patas para arriba a los Estados Unidos y prefirieron que un salvaje con uniforme llegara a cambiar la moneda. Y con Pinochet no había quién ganara.
Así que 17 días después Neruda moría en una clínica chilena con la causa de ser un cáncer mortuorio. Pero muchos no lo creyeron.
Pasaron los años y su cuerpo fue cambiando de tumba hasta llegar a Isla Negra, ahí en su casa al mar, con caracolas, con sal.
Y un equipo de expertos se dedicó a exhumar con permisos los restos, analizar los pedazos, ver en microscopios las bacterias.
Veneno. Veneno encontrado. Una bacteria dorada que sólo se produce al envenenar. Creo que Neruda desde otra dimensión habría hecho una oda al color dorado.
Así que hoy sabemos que Neruda escribió los versos más tristes esa noche, esas noches, noches de brincar de continentes, de fumar puro habano, de llorar a Lorca y de publicar en todo diario. Hacerse notar, ser notorio, reír fuerte y contundente. Ese era Neruda.
Siempre hay alguien que te espera…
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo: «La noche está estrellada,
y tiritan, azules, los astros, a lo lejos.»
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.