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Doña Olga tiene en su delantal de cuadros un Mata Mua…

José Luis se levanta cada día a las 5:00 am en la ciudad de México. La semana pasada estaba puntual en la puerta 3 de la Terminal 2. Había que recorrer un trámite que ya necesitaba realizar. Puntual y con una sonrisa basta, ahí estaba.

No es raro que mi curiosidad por recorrer historias sea de mis pasatiempos preferidos. Que los tiempos que serían muertos para muchos, para mí se convierten en un festín de sucesos. Hace días observaba el documental que muestra la obra de Paul Gauguin “Mata Mua” que por fin regresa al Thyssen, en Madrid. No tuve la fortuna de verlo de frente cuando visité este Museo que significa el amor entre dos personas, un flechazo, y la terquedad de una Carmen Cervera para llevar la colección del Barón a la ciudad. Ella movió mar y tierra para que su país gozara de una de las colecciones de arte más bastas en la historia. Y es amada por eso. Carmen quiere tanto a su ciudad que cuando avisaron de la tala de árboles del Paseo del Retiro para construir una nueva calle fue capaz de encadenarse al más frondoso y anunciar que ahí se quedaría hasta que retirara en Ayuntamiento la grandiosa idea de quitarle el verde al corredor más hermoso. Y ganó la batalla.

Mata Mua representa una de las obras más hermosas del abogado parisino que un día decidió irse a pintar al trópico. Así sin más, abandonó todo por su sueño. Tenía los recursos suficientes para poder viajar a Tahití y poder sumergirse en la naturaleza. Considerado un Post Impresionista, Gauguin termina sus días después de varios años perfeccionando su estilo y nos regaló el amarillo más amarillo y el rojo más rojo. Aldeas, Cristo en otra perspectiva, mujeres tocando flautas, árboles con frutos deliciosos y cielos rojos llenos de esperanza. Mata Mua es eso: el mundo idílico, el perfecto, el tranquilo, la cúspide de la paz y tranquilidad. Y ahí radica su importancia. Mata Mua es el mensaje de Gauguin al espectador para invitarlo a que pase un momento a disfrutar de la máxima experiencia de perfección de una vida. De ahí su significado Erase una vez…

Mata Mua para mí es un País que tenga gente buena. Pero aún más quisiera que a la gente buena siempre le fuera bien, muy bien. Mi Mata Mua sería que a esas personas no les faltara nada, que estuvieran seguras y felices. Soy una romántica, lo sé, pero la idea de gente mala con éxito y gente buena en miseria no la soporto.

Y José luis ya me llevaba por los Periféricos a mi cita. Pero sigo con la historia.

De la herencia obtenida por mi pasado estoy segura que viene el de ser aventurera y sacarle las historias a todo. Hace tres años decidí hacer el trámite que me permitía, por derecho, obtener otra ciudadanía. La española. Entré al furor de muchos mexicanos para tener el famoso pasaporte color guindo. Y cómo no hacerlo, si investigando supe que hubo un Alonso Treviño de la Garza Falcón que viajó en Barco para poder escapar de lo que Isabel y Fernando, Los Católicos de Inquisición definieron como el enemigo. Judíos y musulmanes en la tierra del cochinillo serían vistos como pobladores nones gratos y tendrían 3 opciones: la conversión, la expulsión o la muerte en hoguera con verde leña. Muchos optaron por la segunda y en barcos huían de las macabras batallas que tomaban las mezquitas y las sinagogas a punta de cuchillo. La Alhambra tendría a un Emir que lloraba en un árbol escuchando a su madre decirle: llora como mujer lo que no supiste defender como hombre. Toledo despojó a sus Judíos que más tarde visitarían como turistas una ciudad donde el cabrito se degusta a mordidas con sonrisa.

Y así pasó. Alguien de mis antepasados seguramente pasó mareos, angustias, abriendo latas de sardinas, durmiendo en cabinas grupales soportando enfermedades y disgustos para finalmente tocar tierra en América. Aquí fue cambiado su apellido para entrar a un círculo de Virgen de Guadalupe y fundar con otros que usaban el trigo, una ciudad con capirotada, árboles frutales y costumbres de trabajo fuerte al estilo judío. Monterrey. Ciudad fundada por judíos que hoy marcha con el credo adornado con espíritu santo. Y lo lograron. Pasaron lista los nombres de Anastasia, Jerónimo, Beatriz, Cristóbal, Joaquín, Isidro, Loreto, Benito, Brígida (mi abuela). Todos ellos vivieron y murieron dejando un legado que yo, Mayela, aprovecho. Y mi sentir no es malo, es un diálogo con ellos de decirles que yo cierro ciclo de una aventura de Barco huyendo de crucifijos de Torquemada.

Para esta travesía mía no ocupé barco. Ocupé paciencia de un concurso de metas que habría que pasar cada una con una cantidad de dinero, tiempo y esfuerzo. Si logras culminarla, tendrás el guindo que impedirá que en Europa pueda comprar en Duty Free. Y así lo hice. Por las razones que sean, ese librito lo quiero, por un futuro, por un estudio, por un negocio, o por simplemente usar mi herencia de derecho.

Y José Luis ya está anunciándome que casi llegamos a la cita esperada. No hay estacionamiento, así que él sabrá calcular tiempos para esperarme a mi salida.

Entre una de las pruebas, que parecen los círculos de Dante, está la obtención de un papel que diga que no soy asesina, ladrona y que mi historial está limpio. Dicha hoja debe de tener un sello aparte que se obtiene en otro edificio, así que el viaje es de horas corriendo por un día para obtener el premio. Y parece como el maratón al que no querías inscribirte pero lo hiciste porque si ganaras será donado un tesoro a una ONG.

Para la obtención del papel blanco habrá de hacerse una fila en la acera exterior del edificio. Ahí, muchas personas tendremos que formarnos callados porque sabemos, estamos bajo el influjo de cámaras. Y a cierta hora, un guardia llega a gritar que los que siguen, lo sigan. Y que el teléfono no puede ser ingresado. El teléfono, ¿Dónde lo dejo si estoy sola? ¿Dónde si el Chofer José Luis se fue para regresar más tarde? Doña Olga. Aquí Olga viene a formar la parte más importante de la historia. Ella se levanta a las 4:30 am para cocinar sus guisos que llevará a su puesto de tacos de la esquina de la Avenida, frente a la fila del papel preciado. Doña Olga tiene su delantal de cuadros y recibe tu teléfono (apagado) que pondrá en una bolsa de plástico con un papel con tu nombre. Doña Olga hace la actividad que pone a prueba tu intuición y confianza. No existe otra opción. Es ella tu salvación. Y ahí dejé mi aparato en off y ella lo acomodó en la bolsa de su delantal. Al regresar por él Doña Olga me lo entregó de la forma más amable. Pregunté el costo del servicio y me contestó que lo que yo quisiera. Lo que yo quisiera. Lo que yo quiero, más bien, es que a este tipo de personas siempre les fuera bien. Siempre. Son las creativas, las que buscan otra opción, las que ayudan sin interés. Bien estaría contenta con una moneda pero se merece más. Mucho más. Es darle mi vida en un aparato y la seguridad de que el mismo estará sin alteración. Doña Olga necesita más. Necesitamos más Olgas. Más seres humanos con una sonrisa porque saben que son pieza importante de algo más formal. Ella lo sabe. Y sabe que pudiera cobrar mucho, pero se limita a lo que yo quiera. Ella es la pieza final del rompecabezas. Y todos los de la fila lo sabemos.

José Luis ya me lleva a la segunda parada del trámite que será más fácil y rápido.

Y con papel en mano logrando mi cometido, llego a la misma Terminal para regresar a mi ciudad en la que un día llegó Alonso.

Y José Luis también se merece esa felicidad de Olga. Porque es gente buena. De esa que se encuentra de suerte y se protege. José Luis también me recordó, así como Olga, que el Mata Mua existe. El Erase una vez…podría describirlo con ellos. Son el Mata Mua que necesitamos para poder confiar aunque sea un poco más en nuestro entorno. Son los mensajes de algo más místico de decir que la intuición y la bondad también pueden estrecharse.

Quiero mi Mata Mua. Aprenderé de Carmen Cervera a amarrarme a un árbol si es necesario para dictar un mensaje. Tal vez esté algún Barón a mi lado o no, pero aunque estuviese tendría que querer un Mata Mua también. Si no, no me interesa. Porque de una cadena tan corta se logra algo tan grande. De Olga y su delantal se desprende la ayuda y de José Luis, su bondad.

Y en el Thyssen ya está colgado el Gauguin que no pude ver. Estaba visitando otra ciudad cuando pretendía conversar con el de frente. Y Olga seguirá cuidando celulares y José Luis sonriendo.

Y el papel blanco ya está dentro del archivo que me dará el pasaporte guindo.

Mata Mua. Erase una vez…en Tahití.

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  1. Mayela, leerte es una delicia, tu historia del Mata Mua, como metáfora de las vidas lejanas y cercanas da un hálito para seguir creyendo que aún existen la generosidad y personas como tú que se toman este tiempo que huye y corre sin hacer un alto aunque sea en Tahití. Felicidades!!!