De gaviotas y ventanas
Las gaviotas siempre me han gustado. Me han gustado mucho. Se me antojan ligeras, buscando hilos de aire para poder fluir. Hace tiempo en otro País descubrí que ellas me seguían. Juro que me seguían. Había mar y un cielo azul claro cobijando una ciudad cosmopolita.
Cuando llegaba de tarde después de un día de sol, me sentaba en el balcón con la ventana parpadeando. Podía estar horas así. Y así pasaron todos los días, con la rutina misma. Pero fue el día de regreso que hice algo diferente. Ya no la abrí de tarde, ese día, fue de temprano. Pensé que las gaviotas estarían dormidas. Pero me equivoqué.
Abrí la ventana a las 6:15 a.m. Yo tenía una cita en el aeropuerto dos horas después. Era Septiembre, que todavía se antoja de Verano pero sabes que inminentemente, llegará el Otoño. Ahí me encontraba yo. En medio de dos estaciones, de dos pautas. “entre” en vez de “estoy”.
Y la imagen que observé fue digna de un Poeta. Gaviotas, muchas gaviotas, muchas de ellas, en círculos volaban, como danzando en la bruma, gaviotas y su lenguaje, estridente, balsámico, rítmico, colérico, abrumador.
Me di a la tarea de interpretar su melodía, en la paz de una mañana de temprano, de frescor. Trataba de entender su diálogo, diáfano, borroso y observaba y miraba.
Una gaviota robusta tomaba el lugar de líder, movilizaba, reía, como diciendo: es el último girón, vamos rápido al mar azul que ya habrá tiempo de guardar. Pero antes murmuremos con nuestra espectadora, despidamos su persona para que en muchos años, nos recuerde. Y un buen líder siempre siembra para futuro.
En soledad, historias que cruzan nuestros sentidos se convierten en melodías. Las gaviotas me observaron en ese balcón. Lo hicieron. Me invitaban a quedarme en ese lugar, pero mi “debo” ganó a lo que sería mi decisión de partir de regreso. Y la rutina de mañana comenzó.
Las gaviotas y yo nos dijimos adiós. No recuerdo exactamente si en ese sistema binario de despedida un orden tiene primicia. Y yo aquí, siempre recuerdo esa ventana en ese lugar. Cuando los momentos se tornan oscuros, las recuerdo. Ellas tan libres, tan ligeras, buscando el calor. Porque siempre que de oscuro se pinte algo, recordar algo claro nos regresa al sosiego.
Y el aire fresco regresa a mi cara y de regreso, siempre estoy.
Bellísimas las metáforas que mencionas
Tal vez perteneces a ese lugar, siempre regresarás✈️