
De cuentos, pueblos y apocalipsis…
El 7 de Agosto de 1968 Gabriel García Márquez habló desde su silla y bien acomodado a su respaldo a un grupo de escritores y críticos literarios. Lo hizo en el XIII Congreso de Literatura Iberoamericana en la ciudad de Caracas, Venezuela. Márquez tenía un pánico escénico de micrófono y protocolo y así, mostraba su cuento desde una silla con un café a su lado. Sólo tenía ideas, de esas que están en la cabeza rondando. Su narración fue pausada y aclamando que su escrito no era formal ni figuraba en sus textos ya publicados. A esa idea que daba vueltas la nombró: Algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Márquez tomó la formalidad de las palabras que suplieron su falta de protocolo de discurso. Era más poderoso el mensaje que el mensajero.
Algo muy grave va a suceder en este pueblo
Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa y ella les responde: –No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.
Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:
–Te apuesto un peso a que no la haces.
Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:
–Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.
Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:
–Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.
–¿Y por qué es un tonto?
–Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.
Entonces le dice su madre:
–No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.
La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:
–Véndame una libra de carne –y en el momento que se la están cortando, agrega–: Mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.
El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:
–Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.
Entonces la vieja responde:
–Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.
Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:
–¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?
–¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!
(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos.)
–Sin embargo –dice uno–, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.
–Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.
–Sí, pero no tanto calor como ahora.
Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:
–Hay un pajarito en la plaza.
Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.
–Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.
–Sí, pero nunca a esta hora.
Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.
–Yo sí soy muy macho –grita uno–. Yo me voy.
Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:
–Si éste se atreve, pues nosotros también nos vamos.
Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.
Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:
–Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa –y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.
Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:
–Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.
Días después el discurso se tornó en uno de los más importantes de dicha cumbre por lo que se hizo el pacto de vender derechos de guión a Luis Alcoriza, un director de cine español y nacionalizado mexicano. Así nació Presagio, un largometraje estelarizado por Lucha Villa, Gloria Marín, David Reynoso, Eric del Castillo y Leticia Perdigón. La fotografía estuvo a cargo de Gabriel Figueroa. Presagio obtuvo menciones en festivales europeos (San Sebastián) causando honda mella por el mensaje tan profundo.
Un rumor, un presentimiento, una falta de óptica objetiva, de pensamiento crítico, un “no querer investigar de otras fuentes”, un creer con fe ciega algo que ya está instalado en la mente de muchos y dudoso a sólo unos cuantos.
Algo muy grave va a suceder en este pueblo es el discurso de García Márquez que muestra una verdad en los regueros de pólvora que impiden ver con claridad.
El pueblo se vació y se dice que después de un tiempo se le preguntó a Márquez sobre una posible continuación: él no dio explicaciones. Pero en mi ingenio trato de comprender qué pasaría después de días ante un pueblo deshecho y vacío, preso de pensamiento grupal apocalíptico y catastrófico que aunque se muestre que lo que escuchan es falso, su ceguera impide comprenderlo.
Pudiera ser el elíxir oportuno para algunos, los que dijeron que pasaría algo muy malo en ese pueblo y se encargaron de regar la noticia sin ton ni son y así, ellos podrían edificar un pueblo nuevo que luego sería vendido a los que un día, huyeron.
Siempre hay alguien que te espera…