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Cuando la pausa es un suspiro en el corazón…

Hoy retomo mi blog. Después de una pausa de semanas, hoy, día nublado y lluvioso, vuelve a despertar.

Las pausas son esas palabras bajitas que se dicen al oído, el vaivén de una mecedora de tarde, el deleite de un helado en invierno. Hoy con el mundo fulminado de noticias que nos causan paros, las pausas son necesarias para acomodar cada uno de los pensamientos.

Para mí las pausas son como las líneas desiguales de un electrocardiograma. Esas que suben, bajan, suben más, bajan otro poco, recuperan equilibrio y así al infinito. Su sonido es tan embriagante que hasta lo usamos para poder tranquilizar un susto, dormir a los sonámbulos y tener esa cadencia que parece baile perfecto.

Mi blog necesitaba una pausa. La escritora de mi blog necesitaba una pausa. Las letras, ideas, manos e historias necesitaban una pausa que seguía corriendo en vida real sin ser testificada cada domingo.

Hace muchos años en un museo local visité una exposición. Se llamó Animitas (almitas). El gran artista Christian Boltanski enseñaba en las salas perfectamente diseñadas una metáfora de un corazón. Se caminaba en silencio hasta un recinto a media luz de piso de parquet, las paredes estaban pintadas de blanco y en el techo colgaba un foco de color ámbar. El sonido envolvente sostenía los latidos de corazón del artista grabados por expertos. Los latidos y la luz se alineaban para que el espectador viviera la intermitencia eléctrica. Rítmico, fuerte, contundente.

Al entrar se invitaba a acostarse en el suelo cual Sixtina y que los ojos se cerraran para el disfrute total.

Nunca olvidaré ese momento. Comencé a recapacitar en mi vida, mis latidos, mis fortalezas, mis errores, mis arrepentimientos, mis gozos, mis personas, mis sentidos y toda la película que dicen que tu mente observa antes de morir. Fue un momento luminoso y pacífico que llevó a mis manos a tocar mi lado izquierdo debajo de mi clavícula. La vida, los latidos, las pausas y el ritmo.

Pausas.

Una pausa.

Estas semanas sin tener la certeza de mi blog las sentí merecidas, alegres, tranquilas y con esos ojos dispuestos a llenar hojas de ideas que refresquen este espacio.

Decidí que ya no será tan rígido. La pausa me dijo que el escrito puede danzar en domingo, o martes, o viernes. Cualquier día merece su respeto, su lugar. Y la sorpresa forma parte de la habilitación de una espera que se sabe, siempre llegará.

La certeza de una historia es para mí un espacio libre, de unión, de contar lo que cuento, de escribir lo que escribo, de escuchar lo que escucho, de oler lo que huelo y de saborear lo que saboreo.

Sin un plan estratégico, así, como un electrocardiograma que sube y que baja.

Las pausas son esos corazones que escuchamos acostados en el suelo, son corazones que se llenan de volumen para luego adelgazarse, son momentos de gozo, silencios de auxilio.

Querido lector, bienvenido de nuevo. Que tus latidos estén sincronizados en este regreso de descanso y que tu piso de madera se torne muy estable.

Finalmente, cuando recorrí la instalación de ese museo se me invitó a grabar mis latidos. Había una enfermera con un equipo muy sofisticado en donde conectaban el pulso a un monitor y finalizado el ejercicio regalaban el CD con tu nombre. Una idea magnífica.

Se nos dijo que el mismo artista recopilaría las grabaciones para que todos los latidos de toda la gente pudieran escucharse en un pedacito de isla en Japón.

Así que hoy estoy segura que mi corazón tan mío también se escucha en un lugar tan pacífico, de esos que se antojan para pausar la vida de ciudad.

Hoy mis latidos tienen dos ecos.

Y de pausas se vive, de latidos se escucha y todos tenemos el piso con la madera que escogemos para pulir.

Siempre hay alguien que te espera…

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