Cuando la fuerza nos acompañó desde pequeños…
En los setentas ocurrió que en una galaxia muy lejana empezaba una cultura cinematográfica que hasta hoy es de culto. La guerra de las galaxias de George Lucas se instalaba como esa imagen indeleble que poco a poco se comenzó a observar nítida.
Ayer cuatro de Mayo y con la grase característica “que la fuerza te acompañe” comenzó una reflexión profunda sobre esto en mi persona. Comencé a pensar que tan fuerte tiene que ser una fantasía que acompañó a muchos y que hoy, sus palabras se pronuncian en jerarcas de naciones, amigos, académicos, científicos y religiosos para que cada año sea lo mismo. Una gran instalación de historias, mercadotecnia perfecta.
Los seres humanos siempre estamos ávidos de ilusiones. Si la realidad nos las diluye como vaso de agua con polvos de colágeno, esperamos esa chispa de momentos de sonrisas. Buscar el sol en vez de la sombra, caminar saltando en vez de la lentitud.
Cuando la Guerra de las Galaxias llegaba a este mundo material yo formé parte de este. Estaba muy pequeña pero en los salones de clase era la gran noticia: la película ya llega a la ciudad. Mis padres que tenían los cuarentas compraron las entradas para una función de las tres de la tarde en un domingo para que fuera casi un cierre perfecto de una comida familiar. Lo que recuerdo es que de mis tres hermanos sólo iba yo. La pequeña que necesitaba a los padres para llegar a una monumental pantalla con aire acondicionado. Los otros ya visitarían por su cuenta y con amigos el maravilloso estreno.
Recuerdo perfecto, aunque no lo crean, el restaurant donde comíamos repleto de parejas con niños a punto de hacer lo mismo de nosotros. Finalmente vimos la película y yo me llené de una emoción fuertísima. No entendía lo que pasaba, yo sólo me deleitaba con una música magistral, estrellas, criaturas diferentes, robots dorados y otros chaparros y el peinado de la Princesa Lea.
A partir de ese día y todos los días mi cabello tenía la misma forma que ella. Dos cebollitas a los lados con apartado por en medio y así, yo caminaba por la vida. En poco tiempo mi casa se llenó de pósters, espadas con luz, camisetas y peluches en forma de Joda. Yo quería a Joda. Yo quiero hoy a Joda. Tenía unos juguetes a escala de C-3PO y R2-D2 en mi recámara y soñaba que Luke Skywalker me visitaba. De Han Solo yo pensaba que si tenía algún problema, él me salvaría.
Pero existía una fuerte atracción en mí por un robot humano solitario, todo negro y con respiración entrecortada que me gustaba mucho. Dart Vader.
¿Por qué te gusta Dart Vader? Siempre me preguntaban.
No sabía que responder. Lo único que pensaba es que ese personaje guardaba un misterio y que si yo lo abrazaba se podría ir al lado bueno. Yo, con mi complejo de socorrista, con mi acento de salvadora. En mi fantasía él me escucharía para no destruir la galaxia tan hermosa que tenían.
Y así crecí y ya más adulta finalmente mi opinión se hizo realidad. Él era el Padre. Ese misterio era develado por fin y yo sentía que podía ser junto con Lucas guionista de cine.
Toda mi vida, desde los 10 años, me ha acompañado la Guerra de las Galaxias. Aunque no lo mencione diariamente, yo sé que ahí está. A los viajes a parques temáticos busco el juego ex profeso y trato de controlarme al comprar artículos con su logo. Ese misterio que engloba, ese mensaje poderoso, esa realidad que vivimos de diario se plasma como calca en la frente. Los buenos contra los malos, los que instruyen contra los que destruyen, los maestros proféticos y los principiantes, los gobiernos controlándonos y los que buscan la libertad. Si hoy Joda existiera, creo que lloraría como niño al perder una canica.
La Guerra de las Galaxias es la guerra de nosotros mismos. La lucha por conquistar al malo y llevarlo al lado bueno. O la lucha del malo para seducirnos y llevarnos a la guerra. Peinados de moda y maquillajes excéntricos, bares repletos de marcianos y bebidas de colores. ¿Qué no es esa nuestra realidad?
Que la fuerza te acompañe es la frase más repetida del mundo del cine. Le sigue Soy tu padre. Con ellas cada año regresamos a la niñez divertida de una época en que el cine se antojaba semanal. Para volver a ver, para constatar la creencia formada, para sacarle el más mínimo detalle.
Para mí cada cuatro de Mayo mi recuerdo se anida en unos padres jóvenes que llevaban a su niña a comer carne asada y luego, disfrutar de una tarde de galaxias lejanas. Para mí, cada cuatro de Mayo consiste en los tantos grupos de amigas, primos, hermanos con los que volvía a visitar el cine para ver de nuevo la película. Épocas felices, niños divertidos.
Hoy sé que George Lucas siguió con la saga y que después de varias vendía los derechos a Disney. Este último inventó las pre cuelas y el negocio ha sido de los más fructíferos que el cine ha dado.
Hoy sé que Lucas se inspiró en Los tres mosqueteros, en la Historia de Napoleón, en documentales de Guerras Mundiales y mucha literatura de caballería de España específicamente. De todo eso, de todas las luchas y pleitos del pasado nació la idea de la Galaxia. No sé si hoy, alguien como Lucas esté tratando de adecuar la realidad a lo que será una saga futura. Si lo hace podría afirmar que no tuvo que buscar en los libros, que con el simple hecho de observar lo que acontece mundialmente tiene mucho y muy amplio material.
Hoy quise escribir sobre mi reflexión de ayer y mi deseo fuerte que tuve de platicar con mi edad actual con mis padres de la edad que tenían en ese restaurant. Hubiera sido una plática tan amena que ayer con la simple imaginación tuve para disfrutarla.
Hoy a todos les deseo que la fuerza esté con ustedes, siempre. Esa que se saca de los segundos protegidos para derramarla donde se necesite.
Siempre hay alguien que te espera…