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Cuando el Arte tiene sabor a mermelada…

El Arte siempre ha ido de la mano con las expresiones que los mismos artistas quieren gritar, esos sentimientos de lo cotidiano, de lo bello y también, de la protesta, del acontecimiento, de lo que existe y que muchos no saben.

En sus siete dimensiones nos regala a los espectadores las reflexiones desde los propios puntos de vista del artista; las interpretaciones son responsabilidad del que escucha, el que mira, el que toca, el que degusta, el que huele, el que capta por medio de esa conversación de uno a uno el mensaje. La reflexión. El entendimiento de la empatía de un porqué que se envuelve para ser admirado en espacios de silencio.

Desde siglos atrás los artistas han ocupado un lugar privilegiado para poder exponer sus verdades. En cada una de las vanguardias artísticas ha ocurrido y es una delicia poder caminar por estas obras para entender una época, una revolución. Algunos casos primordiales dignos de mencionar para entender esta hipótesis propia serían los siguientes.

Miguel Angel, ese hombre tan controversial que cuando fue solicitado por el Papa Julio II para pintar la Sixtina, este le contestó que no era pintor. Pero una posible revancha con Da Vinci empujó a Buonarroti a seguir el encargo. Inventaría su famosa técnica al fresco y se jugaría las contorsiones de músculos para lograr que su cuerpo siguiera su mano. Cuatro años tardaría en culminar su obra y cuando fue mostrada en un petit comité, el Cardenal Biagio De Cesana escandalizado pediría al Papa que taparan las partes nobles de los santos. Ante tal petición, Miguel Angel respondió:

-Su santidad, los santos no tienen sastre.-

Pero entre enunciados de ida y vuelta el maravilloso artesano tuvo que pintar sobre lo hecho telas blancas casi transparentes en los genitales de los modelos. Pero su mente ya estaba infectada. El sabía que existiría un tiempo para llevar a cabo una de las vendettas más fuertes. Y así fue.

Pasado el tiempo al escultor se le solicitó agregar el Juicio Final en la bóveda y justamente en el Infierno pintó el rostro del Cardenal de Cesana. Ahí, donde se va uno si comete pecados, donde hay fuego y todo es obscuridad.

Ante el hecho, nuevamente el Cardenal hizo su queja al Papa, pero ya era muy tarde. La fama del escultor era tan intocable que el mismo Papa respondería: -Si os hubiera enviado al Purgatorio, podría hacer algo, porque hasta allí llega mi poder para sacaros; pero en el infierno es imposible; de allí no se puede salir, hijo mío.- Jaque Mate. Fin de la historia. Quiero imaginar en esa época los comentarios tan similares a los de hoy en día ante escándalos así. La gente acudiría para apreciar la obra pero sobretodo, para ver la cara del Cardenal quejoso en el mismo Infierno. Miguel Angel ganaría más fama y se convertiría en intocable.

Otro artista más de venganza y regalo sin color fue Kasimir Malevich. Ruso, desenfadado y crítico agudo de pintores que sólo plasmaban flores y cielos. El inaugura el Suprematismo y con ello, su famoso Cuadrado Negro. Libera al Arte de las realidades y objetos y también, regala la oportunidad de reflexionar. Pero esto no le gustaba a Stalin, así que de tajo ordenó despedir al pintor de la Academia, lo mandó investigar y se le envolvió en un escándalo de espías y ladrones por lo que fue llevado a la cárcel. Tres años para calmarlo, para callarlo. A su salida, Malevick creó lo que sería su última obra. Una burla contra el dictador que causó tremenda conmoción. Hizo su autorretrato de hombre renacentista pero en su firma ya no se advertían letras. En vez de esto, un cuadrado negro. Así envolvía el mensaje directo al “no cambio” dentro de cuatro paredes, a defender el Arte propio.

Los mensajes indirectos y directos en muchas ocasiones despiertan eso. Curiosidad, habladuría, preguntarse el motivo, razón, especulación.

Goya, ese famoso pintor de pintores, al grande, el maestro, en cierta época se hizo cercano de la Duquesa de Alba. Tan sensual mujer, dicen que hechizaba a todos los hombres que caminaban por ese Madrid. Goya no fue la excepción y entendió que su maestría pintora le generaría cercanía al personaje femenino de los cabellos negros. Muy negros. Pintaba, la pintaba y Doña María del Pilar Teresa Cayetana de Silva Álvarez de Toledo hizo una cercanía tan estrecha que todo retrato de ella tenía que ser del maestro. Supervisaba cada pincelada, opinaba, ordenaba. En una de sus últimas obras, La duquesa de Alba de Negro, Goya pintó un en su mano dos anillos. Uno dice Alba, el otro, Goya. Y como cereza del pastel el dedo de la duquesa apuntando al suelo donde se advierte la leyenda Solo Goya.

Se paralizaba la ciudad. ¿Amorío? ¿Relación escondida? De este tema hoy todavía se investiga hasta el punto de determinar que fue encontrado un escrito donde se da fe que el segundo testamento de la de Alba tenía como beneficiario, además de otros, al hijo del pintor. Dicha obra, siempre albergada por coleccionistas privados hace tiempo fue expuesta el El Prado. La fila era larga, muy larga. Leyenda o certeza, todos querían ver la famosa extremidad de una mujer bella, la de los cabellos negros.

Un Banksi burlándose por medio de sus grafitis en Inglaterra de la desigualdad de clases, un Diego Rivera siendo comunista en Nueva York y teniendo que destrozar su mural antes de fingir ideales capitalistas, una Remedios Varo pintando la relación tóxica con su padre, un Picasso declarando su odio a Franco con su Guernica. Mensajes claros, contundentes.

Los Textos Satánicos, de Salman Rushdie ante un mundo islámico que no acepta que se hable de él. Y que declara muerte.

Gomorra, de Roberto Saviamo, que calca la realidad de la mafia italiana y que fue tanto su éxito que al mismo autor y bajo amenaza de muerte se auto exilia y cambia de casa cada semana. Nómada por escribir, nómada de una verdad. Y así, más y más podrían llenar una enciclopedia. Porque el artista tiene lo que los demás no tenemos: voz, fama, trascendencia mediática.

Hoy escribo sobre esto por el hecho de una mujer que grita directamente su sentir. El mercado lo solicita al ser testigos de instantes en que su música es comparable con una bomba expansiva. Así, en menos de tres minutos, el mundo opinó, el mundo se dividió, surgieron los movimientos, grupos, opiniones, columnas, testimoniales. Todo por una mermelada y todo porque a veces, las verdades incomodan y sobre todo por la creencia prehispánica de lavar en casa lo sucio. Lo sucio…lo sucio siempre se lava en compañía de quien se elija y se puede modificar su proceso de lavado para obtener, en el mejor de los casos, un proceso más corto, un proceso diferente. Un proceso que podría patentarse y generar con él ganancias. ¿Y qué los inventos no se patentan para lograr eso? ¿Y qué los errores no sirven para llegar al invento del siglo?

Lo sucio lo pintó Miguel Angel, lo sucio lo firmó Malevich, lo sucio lo sacudió Picasso, lo sucio lo confesó Varo, lo sucio, lo sucio. Y lo sucio grita la mayor parte de las veces que se necesita limpiar, de formas distintas y dependiendo de los usos y costumbres de cada uno. Yo, lo sucio lo uso para crear, para escribir y para regalar pañuelos desechables a quien me elija de confidente. Regalo mi tiempo, mi oreja, mis lágrimas conjuntas ante hechos sucedidos que necesitan ser expresados. Tiempos de amistad desinteresada.

Y los tiempos también se cobran en consultorios de psiquiatras, de psicólogos, de expertos que se interesan en que alguien pueda sanar, pueda caminar ante traiciones, burlas, tiempos perdidos, rompeduras de corazones que ocupan más que una bandita.

Finalmente cada quien tendrá su opinión. Finalmente (¿o debo decir claramente?) cada uno sabe si subirse a la oportunidad de mercadeo o bien, reflexionar esos tiempos en que estuvimos rotos, dolidos, heridos.

Yo a ella sí le di mis likes, y no como símbolo de sororidad, se lo di porque en muchas ocasiones me regaló momentos increíbles que me transportan a épocas alegres y con ella bailé, canté, reflexioné y traté de entender que cuando hay que hablar de dos hay que empezar por uno mismo. Seguramente ella platicó con ella misma y decidió hacer lo que vimos. A ella le regalé mi oreja en infinitas ocasiones. Y mi ritmo, y mis carcajadas que me hicieron olvidar por momentos mi rotura de corazón momentánea.

El Arte nos enseña que todo lo visto tiene lecciones y símbolos. El Arte abraza verdades que no se podrían decir de otra forma. El Arte sirve para reflexionar que los relojes, sean de la calidad que sean, marcan también las horas perdidas, los tiempos muertos, los minutos de llanto. Los relojes además nos regalan la pauta de una sanación y de etapas que son alegres y tranquilas. Relojes y ropa sucia…que se lava al tic tac de manecillas. Y la ropa a veces,  viene manchada de mermelada.

Siempre hay alguien que te espera…

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